miércoles, 21 de mayo de 2014

TV STARS Nº 3: LA NOSTALGIA ES MÁS FUERTE

The Funtastic World of Hanna-Barbera TV Stars Nº 3. Guiones: Mark Evanier. Dibujos: Paul Norris, Will Meugniot y Dave Stevens, Alex Toth. Color: Carl Gafford. Portada: Alex Toth. Editor: No acreditado. 36 páginas a todo color. ISSN: 07148602004. Marvel Comics. EE.UU., diciembre de 1978.
 
Una mudanza es un estado traumático de la existencia. Emocionalmente devastador, físicamente desgastante. Empieza mucho antes de que se lleve a cabo; y no termina hasta bastante (demasiado) tiempo después de que se han bajado los muebles, los canastos y las cajas. Todo queda fuera de lugar y uno nunca encuentra lo que está buscando en el momento en que lo necesita. Y el precario orden en que se embalaron las cosas no parece corresponderse al caos en que van brotando de sus respectivos envoltorios. Ni hablar cuando, como en mi caso, hay muchos libros, revistas, cd’s y discos que movilizar.
 
 
Después de tres o cuatro noches husmeando cajas en busca del material que guardé rotulado como “Lecturas pendientes para el blog”, sigo intentando hallar algún registro, huella, prueba, que pueda orientarme hacia el norte que me esquiva con metódico profesionalismo. Es de noche, ya cenamos, mi esposa y mi hija duermen y yo insisto con mi obstinación. Y antes de que vuelva a bajar los brazos y me retire vencido a la cama, el triunfo me salta a la cara en forma de dos libros que caen de una bolsa catalogada como “Zapatos” (¿cómo habrán llegado ahí, si estoy seguro de haberlos puesto en otro lado?): El Altavista de Calvi y el Vapor de Max. Dos pesos pesados que me hacen agua la boca, me devuelven el alma al cuerpo y clavan la duda en mi intelecto: ¿Por cuál de los dos empiezo?
 
 
Pobre iluso de mí. Antes de que la primera luz de alguna mínima certeza empiece a habitarme, sale de la bolsa, como al descuido, una vieja revista algo maltratada, que había dado por perdida hace cerca de diez años, poco tiempo después de que me la hubieran regalado en la entrada de una convención de cómics en Nueva York. Un ejemplar de The Funtastic World of Hanna-Barbera TV Stars, el único de la colección que Marvel (durante un breve periodo de fines de los ‘70, editora de la línea de cómics de Los Picapiedras y cía.) dedicara a los superhéroes del estudio de animación que le puso imaginación al café con leche y tostadas de mi infancia.
 
 
Recuerdo haberlo guardado por dos razones fundamentales: Alex Toth y el Fantasma del Espacio, sobre todo porque la breve historieta del Fantasma del Espacio (aún me cuesta llamarlo Space Ghost) está dibujada por Alex Toth, uno de esos artistas E-NOR-MES que el noveno arte nos retacea con sádica malicia. Dueño de la síntesis, artífice de la narración limpia, Toth fue uno de esos dibujantes militantes del Menos es Más, supongo que porque sabía diferenciar entre las líneas necesarias para contar y las que sobran porque hacen ruido visual. Como esos futbolistas capaces de definir en una baldosa, Toth desbordaba en una viñeta, hacía jueguito, la clavaba en el ángulo y te dejaba gritando como un descosido en lo más alto del paravalanchas. Incluso en una historia mínima e intrascendente como esta.
 
 
Y el resto del número no se queda atrás. Los Defensores Interplanetarios (mucho mejor nombre que el The Herculoids original, no?), dibujados por Will Meugniot y Dave The Rocketeer Stevens; y Dinamita (banco al Falcon Man traducido mucho más que al Blue Falcon inglés) peleando contra un Hombre de Jenjibre que funciona como parábola del Golem y Frankenstein, e intenta liderar la revolución de las galletitas. ¡Qué bueno es esto! Claro, a cargo de los tres guiones está Mark Evanier, otro que sabe que una gran historieta infanto-juvenil es, ante todo, una gran historieta para todos los públicos. De ahí el justo equilibrio entre el sentido del humor y el vértigo de la aventura, el naif discurso moralizante y la poderosa parábola ecológica, el mensaje antibélico y la reflexión sobre la deshumanización que acarrea el mal uso de los adelantos tecnológicos.
 
 
La nostalgia es más fuerte. Antes incluso de que me diera cuenta de ello, había leído la revista así, de parado y con un frenesí comparable al de mi infancia, cuando estos personajes explotaban en el televisor blanco y negro y uno pretendía prolongar esa placentera sensación con las pocas, escasísimas historietas que atesorábamos en ajados ejemplares de Chiquilladas (¿o era Domingos Alegres?) y la efímera TeleAventuras de Editorial Abril, con Birdman, Mightor, Shazzan y tantos otros, en libidinosa y avasallante cópula creativa.
 
 
Cierro el cómic con una devoción que había olvidado. Agradecido, feliz y contento. Profundamente liberado del peso de la mudanza. Sin hacer ruido, me voy despacito a la cama. A soñar con superhéroes en blanco y negro.
Fernando Ariel García

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