(Información de prensa suministrada por Banda Dibujada) Lamentamos informar el fallecimiento de Miguel Brascó, humorista gráfico, ilustrador, pero al mismo tiempo abogado, reconocido escritor y enólogo argentino. Y uno de los "impulsores" de la concreción de la tira Mafalda, de Quino, de quien era amigo personal. Fue también quien escribiera el prólogo del primer libro de Caloi, en 1968.
Había nacido el 14 de septiembre de 1926 en la provincia de Santa Fe. Estudió en la Universidad Central de Madrid con Carlos Bousoño y Vicente Aleixandre; tradujo a poetas alemanes e ingleses; publicó un libro de cuentos, Criaturas Triviales y desde hace tres años publicaba el Anuario Brascó-Portelli junto con Fabricio Portelli, donde plasmó muchos de los 50 vinos que cataba semanalmente.
También publicó cuatro libros de poesía y la novela Quejido Huacho. Esta novela le dio la oportunidad de entrecruzar sus registros y sus saberes mundanos, periodísticos y literarios, en el periplo de un ingeniero que salió a la ruta para ser atacado por las complicaciones de una realidad que antes desconocía.
Amigo personal de Quino, hacia 1962 habían compartido páginas en las revistas Tía Vicenta y Cuatro Patas, una creación de Carlos del Peral. Como consideraba a su amigo un gran dibujante y un genial argumentista, le sugirió una tira cómica que habría de publicarse en algún medio, para promocionar de manera encubierta los electrodomésticos Mansfield producidos por Siam Di Tella. Como el nombre de todos los personajes debían empezar con "M", Quino creó una familia tipo en la que puede reconocerse a Mafalda y a sus padres. La tira fue al diario Clarín que percibe la publicidad encubierta por lo que no es publicada. Brascó recibió las fallidas tiras en Gregorio, el suplemento estable de humor de la revista Leoplán, creado y dirigido por él, en el que colaboraban firmas de la talla de Rodolfo Walsh, Carlos del Peral, Kalondi y Copi. Impresionado por el homenaje a Periquita que cree entrever en el dibujo de Mafalda, Brascó le publica tres de las tiras.
Desde fines de la década del '70 y el principio de la década del '80 fue director editorial de la revista Status, donde reunió dos de sus pasiones más acendradas: el erotismo y la gourmandise, en crónicas fotográficas y relatos de bon vivant con su particular estilo, plagado de imaginación y humorismo y enriquecidos por sus característicos dibujos.
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