Scandi
Noir. Así han definido los EE.UU. a la literatura de corte policial firmada en
Escandinavia, apelando a la unificación de valores que Dinamarca, Finlandia,
Islandia, Noruega y Suecia parecen compartir a la hora de abordar la novela
negra: Estilo realista, personajes individualistas de compleja moralidad,
violencia extrema en dosis adecuadas, la acción como algo más sofisticado que
el frenético desplazamiento físico a lo largo y ancho de la hoja en blanco o la
pantalla. Una mirada que también puede entenderse como crítica al modelo
nórdico liberal y de igualdad aparente, tapa de la olla a presión en donde se
cuecen secretos prohibidos, inequidades, odios, impunidades varias y
enfrentamientos ancestrales que, más tarde o más temprano, terminarán por
estallar, manchándolo todo de sangre. Inocente y no tanto.
De
no ser por el furor mundial que despertó la trilogía Millenium de Stieg Larsson,
no sé si estaríamos aquí hablando de Henning Mankell, Camilla Lackberg y Asa Larsson, por nombrar a tres de los
escritores que encabezan las listas internacionales de best-sellers. O del
noruego Jo Nesbø, llegado el caso, periodista freelance,
analista financiero, ex-futbolista, músico de rock y corredor de bolsa, además
de novelista superexitoso. Suya es la novela Hodejegeme (2008), base del filme
homónimo que la Argentina rebautizó como Cacería implacable (2011),
atrapante thriller empresarial que hace de la bella Oslo un gélido coto de caza
humano.
En
su título original, el libro y el filme juegan con los dos significados que la
palabra carga tanto en noruego (hodejegeme) como en inglés (Headhunter): Por un
lado, remite a la figura del reclutador corporativo que se especializa en la
búsqueda y evaluación de profesionales altamente calificados para cargos
gerenciales; y por otro, a la del cazador de recompensas que, desde el lejano
oeste, viene cortando (literalmente) las cabezas de las presas que ha
matado. Y aquí los cazadores son dos: Roger Brown (Aksel Hennie) y Clas Greve
(Nicolaj Coster-Waldau, el de Game of Thrones), aparentemente tironeados por el
amor de una mujer, Diana Brown (Synnøve Macody Lund), esposa del primero y
amante del segundo. Pero como nada es (ni será) lo que parece ser, Cacería
implacable mantendrá el suspenso, instalará la duda, manipulará al espectador
con cada vuelta de tuerca. Hasta demostrar que la maquinaria de relojería
noruega es tan buena como la suiza.
Si
Von Clausewitz tenía razón; y la guerra es (efectivamente) la continuación de
la política por otros medios, el crimen no es otra cosa que la continuación de
los negocios por otros medios. Y esta es la idea central que la película de
Morten Tyldum describe con brutal franqueza, apelando a las dobles vidas, los
contubernios delictivos, los contactos militares, la necesidad de parecer lo
que querríamos ser, fileteando un tratado táctico-estratégico sobre la
filosofía que sostiene a la elite financiera e industrial.
Una
parte importante de la trama descansa en el submundo del robo de obras de arte.
En particular, del cuadro La caza del jabalí de Caledonia de Rubens, hurtado (según la ficción) por los nazis durante la Segunda Guerra mundial. En la pintura, dinámica
interpretación de una historia de la mitología griega, el pintor flamenco
recrea el combate épico entre el Hombre y la Bestia, metáfora sobre el límite
moral y ético que separa la verdad de la mentira. Algo que el filme expone ante
los ojos de una sociedad hipócrita, abrazada a la corrección política mientras
corre tras la ilusión de la felicidad, sin saber que siempre la tuvo al lado.
Fernando
Ariel García
Cacería
implacable. Director: Morten Tyldum. Protagonistas: Aksel Hennie, Nicolaj
Coster-Waldau, Synnøve Macody Lund, Eivind Sander y Julie Olgaard, entre otros. Guionistas:
Lars Gudmestad y Ulf Ryberg, en base a la novela homónima de Jo Nesbø. Friland /
Yellow Bird Films / Nordisk Film / ARD Degeto Film. Noruega, 2011.
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