Es fácil, muy fácil, adivinar los resultados de los partidos de fútbol del domingo con el diario del lunes en la mano. Hoy sabemos, de diversas fuentes protagónicas, el impacto que causó en las mentes de los jóvenes lectores este primer mítico número del Suplemento Semanal de Hora Cero, 16 escasas páginas que terminaron de dar vuelta la hoja de la historieta argentina, un día como hoy de hace 55 años. Allí, hecho sanguchito entre Ernie Pike y Randall, the Killer, Oesterheld y Solano López empezaron la larga caminata de El Eternauta, icono absoluto del noveno arte argentino, razón por la cual cada 4 de septiembre estamos celebrando el Día de la Historieta Nacional.
El Hora Cero semanal significó (y aún significa) el más alto punto creativo de la escuela narrativa oesterheldiana, que derramó hasta convertirse en la escuela narrativa argentina y la escuela narrativa que el mundo conoce como “cómic adulto”. La fórmula, si es que hay una, pasaría por una concepción clásico-romántica de la Aventura, síntesis del trance ideológico que pone al Hombre frente a la elección responsable de su propio destino, como principal hacedor de su coherencia interna y máximo (y, por lo general, último) baluarte de su concepción ética y moral. De allí que la impronta autoral decantara naturalmente hacia la estructura organizativa que brindan los géneros clásicos, aquellos de alto impacto popular, como el bélico, la ciencia-ficción y el western (en este caso puntual); o la gauchesca, el policial, la saga deportiva (en el caso general de la Editorial Frontera), con mayor o menor permiso para la comedia o el apunte gracioso.
Lo más interesante de Oesterheld es que logró galvanizar en un proyecto editorial una concepción humanista del mundo; y supo aunar esfuerzos con un plantel de dibujantes hambrientos por patear el tablero de lo que se venía haciendo. El punto focal de la Editorial Frontera, patentísimo en este Hora Cero semanal Nº 1, es la opción por los arquetipos, en tanto patrones ejemplificadores de ideas y conceptos universales, enfocados ahora (aquí) con la decisiva contundencia de una óptica argentina primero, latinoamericana después. Al borrar de un plumazo el estereotipo del héroe paternalista nacido en el Primer Mundo, el grupo de artistas reunidos a la mesa de la casa de Beccar escogió el diálogo entre pares, hablarle a los hombres de otros hombres, en otros tiempos y en otros espacios, pero haciéndole frente a los mismos dilemas existenciales, sociales, políticos, económicos.
Por un momento, tratemos de imaginarnos a nosotros mismos, frente a los tres soldados japoneses que se nos abalanzan desde la portada con fondo anaranjado. Peleándole cuerpo a cuerpo el espacio en los kioscos de diarios a los coloridos superhéroes que se las saben todas, a los vaqueros autosuficientes que sólo sirven para matar indios, a los soldados norteamericanos incapaces de distinguir a su verdadero enemigo, que es la Guerra. Es cierto que ya venimos con un importante conocimiento previo, que nos da el haber leído (y guardado) los ejemplares de las ediciones mensuales de Hora Cero y Frontera; y de los anteriores Misterix donde Oesterheld encontrara su destino de guionista. Que 55 años más tarde, uno siga eligiendo la lectura de esa abrumadora seguidilla de viñetas, después de haberlas leído y releído hasta el cansancio, habla a las claras de los méritos cualitativos del trabajo conjunto de HGO, Solano, Pratt, Del Castillo, Breccia, Arancio y tantos, tantos otros que han contribuido a nuestra información y formación.
¡Feliz Día de la Historieta Argentina!
Nos sobran los motivos para festejar.
Hora Cero Suplemento Semanal Nº 1. Guiones: Héctor Germán Oesterheld. Dibujos: Hugo Pratt, Francisco Solano López y Arturo del Castillo. Portada: Hugo Pratt. Dirección: Jorge A. Oesterheld. 16 páginas en blanco y negro. Editorial Frontera. Argentina, 4 de septiembre de 1957.
¡“Hora Cero” semanal! ¡Mágicas palabras, que me transportan a una época de añoranzas y candor..., mis dorados 15 años! El impacto de esa revista, que en reciente entrevista califiqué, con total honradez, de "Majestuosa" (con "M" mayúscula) —y que no le perdono al gran ausente, Solano López, haberla motejado, en un mal momento suyo, seguramente, de “revista atorranta”[sic]— fue intenso en mí, y dejó su huella. Hoy, mirando mi colección de esa revista, en tomos encuadernados que atesoro, doy gracias al Cielo por haberme concedido el privilegio de haber tenido la edad justa para apreciar su “estreno”, en el lejano 1957, en la medida que jamás tendrán quienes la conozcan por reimpresiones o referencias. Lo mejor de Oesterheld estuvo en esas páginas, sin duda. ¡Aleluya! —CMFederici
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