Patrimonio de la Humanidad. El título honorífico más importante que ha sido otorgado al Camino de Santiago, esa ruta mística (externa e interna) que, cada año, peregrinos venidos de todo el mundo, desandan estoicamente desde distintos lugares de España, Francia, Portugal, el Reino Unido, Alemania y Austria, hasta llegar a Santiago de Compostela, para venerar las reliquias del apóstol Santiago en la Catedral de la ciudad. Más que una prueba de resistencia física (que también lo es), quienes han hecho esta peregrinación la definen como un acto de fe, de reafirmación de una fe debilitada por los tiempos que corren.
Como muchos, soy devoto de Hugo Pratt, el maestro italiano que expandió los límites de nuestra percepción a la hora de abordar la laberíntica naturaleza del ser humano. Y como muchos otros, durante toda mi vida, he mantenido una relación de atracción-abandono hacia otras dos figuras fundamentales del fumetto italiano y la historieta mundial: Dino Battaglia y el recientemente desaparecido Sergio Toppi (1932-2012). No recuerdo cuál fue mi primer contacto con la obra de Toppi. Sí estoy seguro de que ¡Viva México! (L’Uomo del Messico) fue mi primera lectura consciente de Toppi. Corrían los ’80, el cómic de autor empezaba su andadura hacia la cima cultural que le aguardaba a la vuelta de la esquina; y los kioscos de revistas de la ciudad de Buenos Aires habían empezado a mostrar, con cierto recato, la avanzada española en cuanto a revistas antológicas que hacían de la lectura de viñetas una experiencia renovadora y revolucionaria para mis ojos y neuronas adolescentes.
Venía comprando con precisión matemática los álbumes de la colección Super-Totem, extasiado ante las puertas de la imaginación que me estaban abriendo Pratt, Paul Gillon, Battaglia, Enric Sió, Guido Crepax y Milo Manara, en obras que eran (casi en su totalidad) traducciones de la colección italiana Un Uomo Un’Avventura, creación de Sergio Bonelli para la editorial que aún no llevaba su nombre. Pero al tomar en mis manos el volumen de Toppi me pasó algo distinto. Algo parecido a una revelación.
Este tipo era otra cosa, diferente a todo lo anterior (y diferente a todo lo porvenir, aunque todavía no lo supiera). Y no era solamente por la arquitectura emocional de su puesta en página, capaz de explotar la imaginería ilustrativa del póster sin perder nunca la capacidad narrativa de las secuencias. Tampoco era por la tensión latente entre la línea y el color que traía consigo, ni por la evocación de los tiempos idos (tiempos míticos) que exhibía como testimonio sedimentado de la Historia del Arte, de la fiereza y la belleza que cabe en el cuerpo de un Hombre. Lo que más me impactó fue su capacidad para transmitir la relación (reverencialmente religiosa) que, siempre, las personas terminamos por entablar con el ambiente que nos rodea, ya sea en su estado natural o intervenido por la cultura humana: La pequeñez del Hombre frente a la Creación.
Esto hacía de Toppi el artista idóneo para encarar la historia de ¡Viva México!, que no era otra que la historia de la revolución mexicana, apretada en un par de páginas simbólicas que intentaban transmitir la idea de la lucha política por el poder para cambiar el correlato de fuerzas y devolverle la dignidad (y la posesión de las tierras, que no es un dato menor) a los pisoteados de siempre, los campesinos a los que se les estaba robando la vida. Hay una prejuiciosa mirada sobre lo mexicano, es cierto, pero el cómic se esfuerza por mostrar la coexistencia entre la civilización y la barbarie en ambos bandos, en un momento en que el final histórico todavía no había sido escrito. Con la intervención norteamericana como sombrío telón de fondo, la escala humana de la Revolución queda resuelta en el cruce de cuatro personajes, dos mexicanos (Pancho Villa y Emiliano Zapata) y dos norteamericanos (un cineasta y un agente secreto), ejemplos yuxtapuestos de lo que debería ser la moral revolucionaria.
Con el tiempo, mi percepción de Toppi fue variando. No me gustaron sus trabajos más industriales, dedicados a vidas de santos, papas y figuras históricas varias. Me parecieron (me siguen pareciendo) distorsiones innecesarias (o necesarias para pagar las cuentas, que para eso también se trabaja, no?) que quitaron a Toppi el tiempo para hacer otras obras maestras como Il Collezionista o Sharaz’de, por nombrar las más conocidas entre sus vastas colaboraciones para las revistas Alter Alter, Linus, Comic Art y L’Eternauta. Con el tiempo, distintos libros de Toppi han pasado por mis manos pero, por una u otra razón, nunca terminaron definitivamente en mi biblioteca. ¡Viva México!, en cambio, me ha venido acompañando desde aquellos lejanos ’80, un par de mudanzas incluidas. El martes pasado, 21 de agosto, mientras recorría una vieja librería de Avenida de Mayo, me encontré con un ejemplar de L’Uomo di Messico, edición italiana original del ¡Viva México! del que venimos hablando. Estaba a un precio irrisorio de saldo y la compré, a pesar de que (o tal vez porque) tenía las tapas descajetadas, le faltaba un pedazo del lomo y algunas hojas estaban sueltas. Se notaba que era un ejemplar que había sido leído y releído, muchas veces. Al llegar a mi casa me enteré de la muerte de Toppi. Y ahí tuve la verdadera revelación.
Los alquimistas hablan del proceso de transmutación de la materia como “el Camino de Santiago”, forma metafórica de referirse a la transmutación del espíritu que se alcanza recorriendo el trayecto entre el punto de partida y el lugar de la llegada. Puede realizarse en días, meses o años, porque depende del peregrino y no de la ruta. Mi Camino de Sergio me llevó cerca de treinta años, pero al fin he arribado a este nuevo nivel de sabiduría, cerrando circularmente el ciclo que me trajo a un nuevo principio. Nunca más esa relación de atracción-abandono. Tarde (¿aunque será cierto que nunca es tarde?), Sergio Toppi ha pasado a formar parte del Patrimonio de mi Humanidad.
Gracias, Maestro. Y buen viaje.
L’Uomo del Messico (Colección Un Uomo Un’Avventura Nº 7). Guión: Decio Canzio. Dibujos: Sergio Toppi. Color: Sergio Toppi. Portada: Sergio Toppi. Director Editorial: Sergio Bonelli. 52 páginas a todo color. Edizioni Cepim. Italia, mayo de 1977.
¡Viva México! (Colección Super-Totem Nº 9). Guión: Decio Canzio (no acreditado). Dibujos: Sergio Toppi. Color: Sergio Toppi (no acreditado). Portada: Sergio Toppi. Traducción: No acreditada. 52 páginas a todo color. Editorial Nueva Frontera. ISBN: 84-85391-50-0. España, sin fecha (década del ’80).
Nota: El blog italiano sobre literatura latinoamericana SUR, ha publicado una versión de este artículo (traducido por Angela Masotti) en:
http://blog.edizionisur.it/19-09-2012/il-cammino-di-sergio/
Nota: El blog italiano sobre literatura latinoamericana SUR, ha publicado una versión de este artículo (traducido por Angela Masotti) en:
http://blog.edizionisur.it/19-09-2012/il-cammino-di-sergio/
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