martes, 23 de enero de 2018

VICTORIA Y EL SEXO: MUJER AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS

Victoria y el sexo. Directora: Justine Triet. Protagonistas: Virginie Efira, Vincent Lacoste, Melvil Poupaud, Laurent Poitrenaux y Laure Calamy, entre otros. Guión: Justine Triet. Ecce Films / France 2 Cinéma. Francia, 2016. Estreno en la Argentina: 25 de enero de 2018.

¿Desequilibrio químico o psicológico? O un poco de ambos, tal vez. Lo concreto es que Victoria, abnegada madre separada y reconocida abogada penalista, ya no puede conectarse con su deseo sexual. Mujer contemporánea, atascada en la crisis existencial de los treintipico, la rubia interpretada en su punto justo por una brillante Virginie Efira, se pasará casi todo el metraje de Victoria y el sexo (Victoria a secas, en el original francés) buscando la chispa que encienda el fuego con militante voluntarismo. 


Narrada con elegancia y vestida con sofisticación, la comedia romántica de Justine Triet se hace fuerte en la exposición (bastante condescendiente) de las modernas y urbanas contradicciones humanas. Sobre todo, a la hora de enlazar las notas dramáticas con los enredos sentimentales, sacando a flote los tocs de una acomodada clase media que entiende a la felicidad como la zanahoria que las presiones laborales y los mandatos sociales del éxito le ponen permanentemente delante de los ojos. 


Empoderada y vulnerable, poderosa y frágil, manipuladora y manipulable, ganadora y perdedora. La dualidad constante no es sólo la característica principal de la protagonista, sino que determina la identidad del filme, que combina de manera bastante caótica el cine de género con la mirada autoral. Como si ese cortocircuito fuera el signo indeleble de nuestros tiempos, expone desinhibidamente las neuras del prototipo de la femineidad progresista, atrapada en la vorágine de ser (y mostrar que puede serlo) mujer, madre y profesional, habiendo conciliado lo laboral con lo personal. 


El resultado, claro, podría ser ese cansancio emocional que castra la impensada dinámica que desatan las relaciones interpersonales. Dejándola siempre al borde de un ataque de nervios, incapaz de disfrutar aquello que es y tiene, por la ansiedad que le genera aquello que quiere ser y tener. 


De acuerdo con la película, retomar el control de la propia vida para llegar al destino deseado, pilotando el barco sin dejarse arrastrar por la corriente, parece algo posible de alcanzar. Deshaciendo viejos clichés para caer en algunos nuevos, como le pasa a Victoria y el sexo. O asumiendo, mediante grandes diálogos y notables actuaciones, que la mujer independiente también es una princesa a la espera de su gallardo caballero. 
Fernando Ariel García

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