Yo, Daniel Blake. Director: Ken Loach. Protagonistas: Dave Johns, Hayley Squires, Briana Shann, Dylan McKiernan, Kate Rutter, Sharon Percy, Kema Sikazwe, Steven Richens y Amanda Payne, entre otros. Guionista: Paul Laverty. BBC / BFI / Sixteen Films. Reino Unido, 2016. Estreno en la Argentina: 22 de junio de 2017.
Me tocó ver Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake) cuando estalló el escándalo por la quita de subsidios por discapacidad implementada por el actual Gobierno argentino, como supuesta corrección de una justa política social supuestamente abusada por la gestión anterior. Entre la corrupción kirchnerista (parafraseando a CFK, no tengo pruebas pero tampoco tengo dudas) y el ajuste salvaje y deshumanizado del macrismo (¿el mejor equipo de los últimos 50 años?, por favor…), el filme del británico Ken Loach le sienta a la actualidad local como un traje hecho a medida. Y le cae como un cachetazo concientizador, sensible y bello.
De manera directa, sin menoscabar la inteligencia de sus espectadores, la película va al hueso de la crisis internacional del empleo. Yo, Daniel Blake sigue los pasos de un carpintero sesentón de Newcastle, pero la empatía con cualquier otro trabajador de cualquier otro lugar del mundo, en la misma situación, es inmediata y total. Es que después de haber sufrido un infarto que lo imposibilita momentáneamente para proseguir con sus labores, a Daniel sólo le queda mantenerse con el subsidio temporal que le corresponde. Subsidio al que el Gobierno británico le impide acceder, esquivando su obligación mediante la aplicación de mecanismos de una burocracia kafkiana, conscientemente cruel y creativa.
Sin trabajo y sin pensión, Blake va acumulando sobre sus espaldas las consecuencias del retiro del Estado de Bienestar (o de lo poco que queda de él). Los recortes presupuestarios; la manipulación estadística de la pobreza; la brutalidad psicológica y emocional de los procesos administrativos, pautados para denigrar a las personas; la demolición de la esperanza, de la Justicia Social; la vulneración de los derechos garantizados. El resultado de políticas específicas, generadas y diseñadas para excluir a los incluidos y expulsar definitivamente a quienes ya están afuera del sistema.
Víctimas del hambre, del frío, de la violencia institucional, de la división de la clase trabajadora, los Daniel Blake pondrán cuerpo y voluntad para mantener una lucha fútil y desgastante, sometidos a un opropbio constante y a una descalificación estereotipada. La película los hará fuertes (y dignos) mostrándonos las artimañas individuales que deben inventar para sobrevivir, la contención social que les brindan sus entornos inmediatos: familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, empleados públicos que ven más allá de la planilla excel, la caridad de los desconocidos con los que se cruzan en las calles.
Lo mejor de Yo, Daniel Blake es que no sólo se pregunta qué hacer cuando el enemigo es el Gobierno. También nos increpa con una serie de respuestas listas para poner en práctica; y una herramienta que todavía está dentro de lo posible: Resistir.
Eso sí, el precio por hacerlo es otro cantar.
Fernando Ariel García
No hay comentarios:
Publicar un comentario