El corral. Director: Sebastián Caulier. Protagonistas: Patricio Penna, Felipe Ramusio Mora y Camila Rabinovich, entre otros. Guionista: Sebastián Caulier. Werner Cine S.R.L. Argentina, 2017. Estreno en la Argentina: 22 de junio de 2017.
Formosa, fines de la década del ’90. Ciudad capital con alma de pueblo chico y destino de infierno grande. Demasiado calor, demasiada calma chicha, demasiados tiempos muertos. Mucho cielo abierto para tan débiles alas. El típico alumno retraído, con lentes y algo desgarbado, bueno para la poesía y malo para los deportes. Invisibilizado por su familia y agredido por sus compañeros de secundaria, en una actitud que hoy tipificamos como Bullying pero que en ese entonces no conocía de nombres ni condena social.
Hasta que la rutina tediosa, pegajosa, plomiza, se ve alterada por la llegada de un nuevo alumno. Un “distinto” con un plan en la cabeza: Sembrar el caos. Porque sí. Porque así se las va a hacer pagar al rebaño. De ahí a que las dos almas gemelas se unan, sólo un paso. Y un trechito después, cuando las dos almas empiecen a dudar de su condición gemela, la escalada de violencia podría haber entrado en un fatal punto de no retorno.
Aún con todo a favor, lamentablemente, El corral termina cayendo víctima del calor, de la calma chicha, de los tiempos muertos. Tiene alas débiles para tanto cielo abierto al thriller psicológico, al estudio sociológico en tiempos y geografías puntuales, al drama romántico adolescente, a la estudiantina aventurera con pretensiones perversas y seductoras, al abordaje ficcionado de la teoría del caos.
El problema principal (no sé si el único) está en algunas actuaciones protagónicas. Sumamente esquemáticas, con transiciones forzadas por la pobreza discursiva que, por momentos, caracteriza los parlamentos. Demasiado impostados, demasiado falsos, demasiado declamados. Con tanta tensión latente, con tanto planteamiento ético y moral puesto a rodar sobre el terreno, es un crimen que uno no pueda empatizar con los personajes por su falta de credibilidad, por sus limitaciones a la hora de transmitir aquello que dicen estar sintiendo.
Como si, a último momento, el lobo hubiera decidido traicionar a su naturaleza para quedarse cómodamente convertido en oveja.
Fernando Ariel García
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