Fierro Nº 100. Autores: Manuel Abeledo, Alberto Abeliza, Lucas Accardo, Darío Adanti, Frank Arbelo, Leo Arias, Adolfo Bayúgar, Bierce, Juan Bobillo, Max Cachimba, Fernando Calvi, Esteban Castroman, Nati Cat, Couselo, Crist, Decur, Iñaki Echeverría, El Marinero Turco, El Niño Rodríguez, El Tomi, Gato Fernández, Lautaro Fiszman, Fraticelli, Muriel Frega, Gaitán, Juan Giménez, Dante Ginevra, Pupi Herrera, Adão Iturrusgarai, Jok, Sergio Kern, Kwaichang Kráneo, Krass, Kutika, Sergio Langer, Liniers, Pedro Lipcovich, Ariel López V., Mariano Lucano, Rodrigo Luján, Eduardo Maicas, Cristian Mallea, Pedro Mancini, N. Mealla, Ignacio Minaverry, Humberto Miranda, Navarro, Lucas Nine, Ariel Olivetti, Orx, Paleo, Palomo, Juan Panno, Federico Pazos, Esteban Podetti, Jorge Quien, Iván Riskin, Gustavo Sala, Santiago Sánchez, Rodolfo Santullo, Luciano Saracino, Scalerandi, Sejo, Sike, Souto, Pipi Spósito, Walter Taborda, Taibo, Tatúm, Martín Túnica, Pablo Túnica, J.C. Quattordio, Juan Sasturain, Juan Soto, Emilio Utrera, Lucas Varela, Frank Vega, Marcos Vergara, Jorge Vildoza, Érica Villar, Otto Zaiser, Paio Zuloaga. Portada: Diego Parés y Lucas Nine. Jefe de Redacción: Lautaro Ortiz. Director: Juan Sasturain. Editorial La Página. ISSN: 1514-6855. Argentina, febrero de 2015.
Rodolfo Santullo y Dante Ginevra
Escena uno. Interior de una porteña casa de clase media trabajadora, durante la primera mitad de los años ’70. Sentado en la mesa, poco antes de que se empiece a servir la cena, mi abuelo discute furioso con el televisor blanco y negro, el dial clavado en Canal 13 porque es el momento de Telenoche; y las noticias que salen de la pantalla lo enojan, lo sublevan, lo intiman a levantarse y cambiar de canal. Por un rato, porque después vuelve a sintonizar el 13, para proseguir con su cabreo cotidiano, esa dosis diaria de escaramuza que le significa una cita impostergable; y a la que sólo faltará cuando enferme para morir.
Walter Taborda
Escena dos. Exterior del Estadio Monumental, durante uno de los últimos años de aquellos malditos 18 en que el grito de campeón quedó ahogado en la garganta de tanto millonario necesitado. Mi viejo, fanático enfermo de River, habiendo pasado el límite tolerado por su abstinencia, sale de la cancha después de haber visto a su club perder otro campeonato más. Solo con su furia, en la calle y delante de la multitud dominguera, rompe su carnet de socio, lo putea, lo prende fuego y, harto de tanta sequía, lo mea. Al día siguiente, desde bien tempranito, hace cola en puerta del club para renovar su auto de fe tramitando una nueva credencial.
Altavista, de Fernando Calvi
Paraná, de Pablo Túnica
Escena tres. Segunda mitad de los ’90. Dejo mi primer departamento de soltero y me mudo a un espacio con la dignidad suficiente para ser llamado casa, en el último piso de un alto edificio de Caballito, muy luminoso y con menos espacio disponible para albergar tanto libro, tanta revista, tanto recorte, tanto disco y CD, tanto vhs con material imposible de conseguir en ese entonces y al alcance de YouTube hoy en día. Entre las cosas de las que decido desprenderme está mi colección de Fierro, comprada religiosamente mes a mes en el kiosco. Voy a dársela al portero, lector empedernido con quién supe entablar largas y reveladoras charlas sobre literatura e historietas, pero antes de tocarle la puerta reculo hasta mi departamento y separo los primeros cincuenta números, los mejores, de lejos. Regalo la otra mitad sin saber que voy a pasarme los próximos dos años recomprando los faltantes hasta completar (otra vez) la colección.
Lucas Accardo
Escena cuatro. Desde hace dos o tres años, los segundos sábados de cada mes suelo agarrármela con la nueva Fierro (que a esta altura ya no es nueva, lo sé, pero para mí siempre seguirá siendo la nueva Fierro), porque nunca termina de gustarme y nunca empieza a disgustarme, porque algunos contenidos me vuelan la cabeza y otros me rompen las bolas, sin escalas. Cuando cierro el ejemplar, estoy convencido de que ha sido el último que compro, total las cosas que me interesan terminan siempre (más tarde o más temprano) en libro. Y al mes siguiente, como Pichuco, me encuentro volviendo.
Paolo Pinoccio, de Lucas Varela
Noelia en el país de los cosos, de Ignacio Minaverry
Más allá del linaje sanguíneo, las cuatro escenas anteriores se me hacen unidas por un hilo conductor que remite a la pasión más auténtica y exacerbada. A la que nace de ese sentido de pertenencia que se forja y se funda en y con nuestra identidad. Un proceso (fisiológico, intelectual y emocional) que nos define y nos identifica, nos ayuda a explicarnos y proyectarnos como seres humanos. Una serie de valores, costumbres, gustos e ideas, compartidas y no compartidas, que se nos han hecho imprescindibles para seguir viviendo. Como el aire, como el agua.
Adolfo Bayúgar
Como esta Fierro Nº 100, autorreferencial y abstracta, festiva y melancólica, minimalista y secuencial, irreverente y sarcástica, anclada en la coyuntura y onanista al pedo, fiel a sus postulados históricos, ideológicos y políticos. Igual a ella misma hasta en los cambios, muy parecida al reflejo que me sigue devolviendo. Un viejo amigo con el que puedo discutir (y pelear) porque sé que al final nos complementamos y mejoramos. Incluso en aquello que no nos gusta ni mierda.
Salud. Nos vemos el mes que viene. Por otra última vez.
Fernando Ariel García
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