John Carpenter’s Asylum Nº 1. Guión: Bruce Jones. Arte: Leonardo Manco. Color: Kinsun Loh. Portada: Leonardo Manco. Editor: Sandy King. Una creación de: John Carpenter, Thomas Ian Griffith y Sandy King. 36 páginas a todo color. Storm King Comics. EE.UU., mayo de 2013.
No sé si este Asylum ideado por el director y guionista John Carpenter (Halloween, La niebla, Escape de Nueva York, La cosa, Christine, Starman y un largo, larguísimo etcétera) fue pensado como uno de esos ochentosos filmes de culto. Pero si no lo fue, debería haberlo sido. Porque todo, absolutamente todo en estas páginas, remite a las tuneadas producciones de clase B que este artesano del cine ayudó a forjar e instalar en el inconsciente colectivo de más de una generación, a lo largo y ancho del mundo.
Espero que se me entienda bien. Lo mejor y lo peor, lo más y lo menos logrado que tiene para ofrecer la primera entrega de esta saga gestada (al menos en cómic) en 2011 y parida a mediados de 2013, es la explotación impiadosa y ¿premeditada? de todos los tópicos del cine de horror-sobrenatural de tan querida y añorada década. Carpenter, el guionista Bruce Jones (ícono de las historietas terroríficas de los ’80) y el dibujante argentino Leonardo Manco (de lejos, la principal razón para hacerse con un ejemplar de la historieta) no dejaron cliché sin tocar. Y ello logra que tanto gratuito golpe de efecto, desnudeces sin sentido y violencias varias, se autojustifiquen sólo por su pertenencia de género.
Fusión multiabarcadora de la ciencia-ficción, el terror, el thriller, la comedia (negra) de enredos y la aventura post-apocalíptica (aunque aquí, a fuerza de ser sinceros, deberíamos estar hablando de aventura pre-apocalíptica, al menos en el estricto sentido bíblico de la palabra), Asylum abarca mucho y no aprieta tanto, pero lo que enfoca lo hace desde la perspectiva del conflicto filosófico-religioso que pueda caberle a un héroe de acción hollywoodense, en el marco global de una batalla (la batalla) decisiva entre el Bien y el Mal, la Luz y la Oscuridad; y toda aquella otra dualidad que sepa representar a Dios y al Diablo.
En una Los Ángeles del siglo XXI plagada de cultos demoníacos y cooptada por el crimen (organizado y desorganizado), bajo una trama que cruza asesinos seriales y posesiones demoníacas, la primera entrega de Asylum se dedica a conformar la pareja despareja que tendrá sobre sus espaldas la sencilla tarea de salvarlo todo, al Hombre, al Mundo, a la Creación. Por un lado, Daniel Beckett, sacerdote excomulgado que actúa como una especie de agente secreto de Dios. Experto en exorcismos, tiene un pasado que lo persigue y un poder especial: El Discernimiento, entendido desde la definición religiosa de la capacidad moral para distinguir entre lo bueno y lo malo; y entre los buenos y los malos. Y por otro lado, el policía William Jackson, otro tipo de buen corazón caído en desgracia. Entre los dos (y por arriba de los dos), Leone, un viejo cura ciego, mentor y maestro de Beckett, aparente última reserva de fe en un mundo donde la veracidad de todo enunciado sagrado está en crisis.
Haciendo caso a las referencias metartísticas que Asylum pone en primer plano, uno puede encontrar el exacto punto de fuga desde donde asomarse al oscuro pozo del alma que busca iluminar el cómic. La interpretación sórdida, abiertamente pesimista de la condición humana que caracteriza la obra literaria de Samuel Beckett; encarnada en los arquetipos rudos y solitarios, aparentemente inescrupulosos del spaghetti western filmado por Sergio Leone. Un combo ya revisitado (hasta el cansancio) por el cine de acción híbrida de los ochenta, pero con mucho jugo por exprimir en las manos correctas. A eso apunta Asylum. Habrá que ver cómo sigue.
Fernando Ariel García
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