viernes, 12 de enero de 2024

YO, CIBORG: DEFINICIONES PARA SUPERAR LA AMBIGÜEDAD

Yo, Ciborg. Guiones: Alfredo Grassi. Dibujos y portada: Lucho Olivera. Deux Studio. Argentina, marzo de 2023.


La leí en la última mitad del ‘78, cuando apareció serializada en las páginas de Skorpio Nº 42 a 48 + Libro de Oro 4. La volví a leer en los ‘90, cuando Record la recopiló en un tomo. Y ayer terminé de leer la nueva edición en libro de Deux, un poco chiquita para mi gusto. También le entré un par de veces más a lo largo del tiempo, completa o por partes, porque es una historieta que me gusta y me atrapa desde siempre, y siempre como si fuera la primera vez. No sólo por el nivel artístico de Lucho Olivera (que por sí sólo es motivo más que válido y suficiente), sino por el poético hermetismo de la prosa de Alfredo Grassi.


No sé por qué, pero cada vez que me concentro en ese manojo de palabras justas y perfectas, inteligentes y sensibles, aristocráticas y populares, deliberadamente distantes, caigo vencido ante una oscuridad incierta que termina sintiéndose como una epifanía de la liberación. Será por su condición de aventura iniciática, a mitad de camino entre el Sgt. Kirk de Oesterheld-Pratt y las Crónicas marcianas de Bradbury, que termina reconvertida en un vertiginoso descenso a la conciencia de un hombre torturado por conocer su origen, por forjar su destino.

Portada original de Lucho Olivera para Skorpio Nº 43, no incluida en el libro de Deux

Es que en el núcleo ideológico de la trama de Yo, Ciborg, siempre termino encontrando una profunda y desangelada religiosidad. Un diálogo descarnado entre posiciones antagónicas y, a la vez, complementarias. Un territorio en disputa que problematiza los diferentes escenarios, mientras define la salida ética a ese agobiante laberinto existencial. Biología vs. tecnología, eternidad vs. finitud, razón vs. emoción, ciencia vs. fe, objetividad vs. subjetividad, historia vs. memoria, acción vs. reflexión. Un camino desbordante de preguntas, cuyas respuestas sirven para ir dejando atrás la ambigüedad que porta ese protagonista mitad hombre y mitad máquina.


R
eferenciándose en el Yo, Robot de Asimov, Grassi y Olivera firmaron este hipnótico ensayo sobre los valores que deberían definirnos como humanos (Libertad, Lealtad, Amistad, Amor), frente a las acciones opresoras y totalitarias que pretendan domesticar esa humanidad (anulación de la voluntad, manipulación del pensamiento, instalación de un sentido común hegemónico e indiscutible). La solución, según el ciborg errante, no pasaría por someter el hierro a la mente (o viceversa), ya que la lucha es tanto por el territorio como por el conocimiento, entendiendo al conocimiento como el necesario sentido crítico que nos permita separar la paja del trigo, distinguir entre lo real y lo falso. Si no, ¿qué vamos a hacer cuando nos toque descubrir que las verdades que teníamos en los puños, eran las mentiras que nos encerraban en la cárcel?
Fernando Ariel García

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