jueves, 8 de julio de 2021

BLACK WIDOW: SORORIDAD SUPERHEROICA EN TIEMPOS DEL #METOO

Black Widow. Directora: Cate Shortland. Protagonistas: Scarlett Johansson (Natasha Romanoff / Black Widow), Florence Pugh (Yelena Belova / Black Widow), David Harbour (Alexei Shostakov / Red Guardian), Rachel Weisz (Melina Vostokoff / Black Widow), O-T Fagbenle (Rick Mason), William Hurt (Thaddeus Ross), Ray Winstone (Dreykov) y Olga Kurylenko (Antonia Dreykov), entre otros. Participación especial de Julia Louis-Dreyfus (Valentina Allegra de Fontaine). Guionista: Eric Pearson, sobre una historia original de Jac Schaeffer y Ned Benson. Basado en personajes y situaciones creadas y desarrolladas por Stan Lee, Don Rico, Don Heck, John Romita, Roy Thomas, John Buscema, Devin Grayson, J.G. Jones, Ralph Macchio, George Pérez, David Michelinie, Jack Kirby, Jim Steranko, James Hudnall y John Ridgway, entre otros, para los cómics de Marvel. Productores ejecutivos: Scarlett Johansson, Kevin Feige. Marvel Studios. EE.UU., 2021. Estreno en la Argentina: 9 de julio de 2021, en salas cinematográficas y Disney+ (Premier Access).


Un año y pico después de la que debería haber sido su fecha de estreno original, Black Widow llega a los cines y a las pantallas hogareñas que hayan pagado el importe extra del Premier Access en Disney+. COVID mediante, el canto del cisne de Scarlett Johansson como la letal espía del Universo Cinematográfico Marvel (UCM), puede verse y disfrutarse sin que el periodo de suspensión animada haya empeorado o mejorado alguna de sus cualidades cinematográficas.


Fiel a la básica naturaleza anticomunista del personaje creado en 1964, la película de Cate Shortland arranca en las postrimerías del régimen soviético, dejando en claro que los rusos buenos son los que traicionarán a su causa; y los rusos malos son mucho más malos por su amistad con Cuba. Montando un artefacto narrativo que empieza como intrigante thriller político, se establece como humorístico melodrama familiar y termina como desaforada aventura superheroica, Black Widow pierde complejidad, interés y nervio dramático, a medida que avanza en su derrotero. La gama de grises deja paso a un claroscuro infantiloide, disparando una escalada visual que resquebraja el pacto de credibilidad que también necesita un film de esta naturaleza. Digamos que aquello que empieza referenciando al mejor James Bond (y, por qué no, a su émulo Jason Bourne), termina copiando al peor Dominic Toretto.


A pesar de estar ambientada en el pasado (entre Capitán América: Civil War y Avengers: Infinity War, mayoritariamente), Black Widow fue pensada y ejecutada como puntapié inicial de la Fase 4 del UCM, a ser continuada por las series Falcon y el Soldado del Invierno y WandaVision; y no al revés. Sacando la gran sorpresa que arruinó el nuevo orden de exhibición impuesto por la pandemia, todo sale bien parado. Principalmente, porque la influencia a futuro de la película no se encuentra en las cuestiones argumentales, sino en la definición de temáticas a ser abordadas por el UCM en esta etapa.


El recambio generacional aparece como algo obvio, teniendo en cuenta el salto de fe que Black Widow pegará en Avengers: Endgame. Otra Viuda cantará en la serie de Hawkeye, por lo que se promete; y Florence Pugh demuestra estar a punto caramelo para aceptar este desafío. El concepto del doppelgänger superheroico también dice presente, en parte como paso de comedia y en parte como promesa del futuro armado de los Dark Avengers. Y la inclusión de cuestionamientos socio-políticos viene galvanizada a la idea del legado revisionista y el empoderamiento femenino, que aquí aparece claramente expuesto como salida ante la creciente problemática de la violencia de género.


De hecho, nunca antes un film Marvel se había metido tan en serio (y tan a fondo) con este tema. Formando parte del discurso y de la trama, Black Widow expone las secuelas físicas y psíquicas que cargan las víctimas, mientras critica abiertamente la hipersexualización que las películas anteriores del UCM hicieron del personaje y de la propia Johansson, haciendo del villano real un retrato simbólico de todos los Harvey Weinstein que andan dando vueltas por el mundo. Lo más impactante de todo, sin embargo, es la puesta en valor del concepto de sororidad que hace rodar en una estructura tan machista e individualista como puede llegar a ser la del género superheroico. Sólo por eso, me parece, valió la pena esperar un año y pico para poder ver esta aventura. La excusa argumental, más o menos lograda, queda en segundo plano.
Fernando Ariel García

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