Manos de piedra. Director: Jonathan Jakubowicz. Protagonistas: Édgar Ramírez, Robert De Niro, Usher Raymond IV, Oscar Jaenada, Jurnee Smollett-Bell, Ellen Barkin, Rubén Blades, Pedro Pérez, Ana de Armas y John Turturro, entre otros. Guionista: Jonathan Jakubowicz, basado en la vida de Roberto Mano de Piedra Durán. Banda sonora: Incluye temas de y por Rubén Blades. Fuego Films / Vertical Media / Epicentral Studios / Panama Film Commission. Panamá / EE.UU., 2016. Estreno en la Argentina: 3 de noviembre de 2016.
No soy un experto en box. De hecho, es uno de los deportes que menos me interesan (y no me interesan los deportes en general). Pero sé quién fue (es) Roberto Mano de Piedra Durán (interpretado por el venezolano Édgar Ramírez), púgil panameño por muchos considerado el mejor peso liviano de todos los tiempos. Si esta biopic panameño-yanqui le hace justicia (o no), realmente no lo sé. Como material cinematográfico, Manos de Piedra (Hands of Stone) construye un relato cautivante, cuidado y emotivo. Bien articulado, enfocado en los momentos trascendentes del boxeador, arriba y abajo del ring.
No soy un experto en la historia del box. Así que tampoco puedo decir cuánto de verdad y cuánto de ficción enhebra el cuento que nos cuenta el guionista y director Jonathan Jakubowicz. Aunque no cuesta mucho tomar por cierto el maridaje entre industria, negocio y mafia que enfrenta el entrenador norteamericano Ray Arcel (un Robert De Niro perfecto, como siempre), empedernido defensor de los valores deportivos que, obviamente, lleva todas las de ganar de manera pírrica.
No soy un experto en la historia de Panamá, aunque tenga mi opinión formada sobre los aconteceres de este país de la América Central. Su famoso canal, que une el Mar Caribe con el Océano Pacífico es, antes que una imprescindible vía de navegación, la herida que mejor simboliza el peso de la injerencia norteamericana sobre su territorio, su política, su cultura y su vida cotidiana. Una posición que el filme toma como propia y la exhibe en algunas de sus secuencias no pugilísticas más interesantes.
Sobre estos tres parámetros se yergue Manos de Piedra. Una película que sabe ir combinando y dosificando la información referida a los tres tópicos, revolviendo (sin mezclar) lo particular con lo universal, lo personal con lo colectivo, lo panameño con lo yanqui. Especialmente, en las peleas que Durán entabla con Arcel y (sobre todo) con Sugar Ray Leonard (Usher Raymond IV), por momentos un enorme boxeador y por momentos el psicólogo motivacional que traduce (innecesariamente) el rol de héroe trágico, de bestia noble que le toca jugar a Mano de Piedra. Así como está puesta en pantalla, la historia de Durán es la contracara varonil del cuento de la Cenicienta. Un hombre pobre que, gracias a sus puños y al apoyo incondicional de su padrino mágico, llega a rey después de morder la lona cuando toca la medianoche. Todo bien con eso.
El ruido mayúsculo me asalta a la hora de abordar los planos simbólicos que el filme no disimula. En Manos de Piedra, Durán es Panamá, su espíritu inquebrantable, su fuerza indomable, su capacidad para noquear al contrincante sin ningún tipo de sutilezas ni falsas misericordias. Pero (siempre hay uno), en ese mismo espectro, Arcel y Sugar Ray Leonard simbolizan a los EE.UU. Y los EE.UU. aquí son el palito tutor que Panamá necesita para realizar con éxito sus potencialidades. Y, al menos para mí, no está todo bien con eso.
Principalmente porque, a lo largo y ancho de la película, Durán se la pasa diciendo cómo y cuánto odia a los yanquis. Hacerlo ir al pie de manera tan innoble e indigna no me parece que sea de caballeros ni de deportistas militantes del fair play.
Es hacerle trampa.
Y, la verdad, me cuesta imaginar a Mano de Piedra festejando que su entrenador tirara la toalla al medio del ring cuando, en realidad, estaba para ganar la pelea por K.O.
Fernando Ariel García
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