Doctor Strange: Hechicero Supremo. Director: Scott Derrickson. Escena intercréditos finales a cargo de Taika Waititi. Protagonistas: Benedict Cumberbatch (Doctor Strange, voz y captura facial de Dormammu), Chiwetel Ejiofor (Karl Mordo), Rachel McAdams (Christine Palmer), Benedict Wong (Wong), Mads Mikkelsen (Kaecilius), Tilda Swinton (The Ancient One), Michael Stuhlbarg (Dr. Nicodemus West) y Mark Anthony Brighton (Daniel Drumm), entre otros. Participación especial de Chris Hemsworth (Thor) y Stan Lee (como él mismo). Guionistas: Jon Spaihts, Scott Derrickson, C. Robert Cargill, basado en personajes y situaciones creados por Stan Lee y Steve Ditko para los cómics Strange Tales y Doctor Strange. Marvel Studios. EE.UU, 2016. Estreno en la Argentina: 24 de noviembre de 2016.
Arranquemos con los detalles que van a dejar babeando a los fanáticos del cómic. Benedict Cumberbatch es el Doctor Strange, externa e internamente. Otro gran logro de los responsables del casting de un universo cinematográfico cada vez más grande, más complejo y más variado. La Dimensión Oscura de Dormammu es la versión 3D del escenario alucinógeno, lisérgico, daliniano y neuronalmente fantasmagórico, que Steve Ditko dibujó con las puertas de su percepción clavada en la psicodelia contracultural de los años ’60 que parieron el cómic del Doctor Strange.
Sigamos. Internamente, el Sanctum Sanctorum del tordo puede no tener mucho que ver con el que visualmente construyó la historieta, pero cumple (y con creces) con aquello que el imaginario colectivo ha decantado como idea de Sanctum Sanctorum. Y además, está apostado en el 177 A de la calle Bleecker, corazón neurálgico del Greenwich Village que las viñetas Marvel se cansaron de mostrar.
¿Qué más? La parafernalia mística (Ojo de Agamotto y Capa de la Levitación incluidas) están presentes y muy bien reinventadas. La utilización del cuerpo astral la rompe (visual y conceptualmente). Y se aprovecha el backup médico de Strange de una manera que el cómic (casi) nunca supo capitalizar. Si hasta se rescató a Christine Palmer (Rachel McAdams), personaje secundario de la olvidadísima revista setentosa Night Nurse, como interés romántico y compañera laboral de Strange.
Más personajes de las historietas, tirados como al azar, de esos que te perdés si pestañeás. Daniel Drumm, uno de los guardias que muere defendiendo el Sanctorum de Nueva York, tiene el mismo nombre que el espíritu que se transforma en Brother Voodoo cuando se mete en el cuerpo de su hermano vivo. El doctor Nicodemus West, colega de Strange con destino de mago. Y el (gran) cameo de Stan Lee, a esta altura otra criatura más de ficción. Lo último: La inclusión en la banda sonora del Interstellar Overdrive de Pink Floyd, banda británica que escondió parte de una viñeta del Doctor Strange (dibujada por Marie Severin) en la carátula del álbum A Saucerful of Secrets; y que supo mencionar al Hechicero Supremo en la letra de Cymbaline, canción incluida en el disco More.
Pero (pienso) si tuve tiempo de encandilarme con todos estos detalles intrascendentes, es porque la película como experiencia global no me terminó de cerrar. Y, la verdad, no me terminó de cerrar. Porque, a pesar de su propuesta visual tan espectacular como imponente, la historia que cuenta resulta lineal y demasiado estirada, sumamente previsible, amigablemente resuelta por el poderío envolvente de la imagen y los efectos especiales.
O sea, se queda en un relato de iniciación, de aprendizaje y de elevación espiritual por sobre la acumulación material, que combina rutinas humorísticas de stand up con una lavada metáfora new age del descubrimiento personal. A caballo de un misticismo oriental típico de magazine televisivo mañanero, seguimos a Stephen Strange, cirujano engreído, egoísta, narcisista y arrogante, una especia de rockstar de las neurociencias que hace quedar al Doctor House como un mero practicante, en su recorrido hacia la luz previo paso por el polo místico de Kamar-Taj (movido del Tibet a Katmandú, Nepal, para ahorrarse posibles problemas de exhibición en China). De allí a salvar el Multiverso y establecerse como Hechicero Supremo del Universo Marvel, un paso de casi dos horas de metraje. Y una serie de peleas definidas en un caleidoscopio urbano más deudor de M.C. Escher y Matrix que de Steve Ditko. ¿A favor? La eterna batalla entre el bien y el mal se define por la inteligencia antes que por la fuerza.
Digamos que la clave de Doctor Strange: Hechicero Supremo (Doctor Strange) está en la correcta reelaboración respetuosa del canon historietístico, donde la mayor parte de los personajes que aparecen son y no son aquellos en los que están basados, pero eso no importa ni molesta. El fuerte está puesto en la milimétrica inmersión dentro de la continuidad del Universo Marvel fílmico, preparando el terreno para el próximo estreno de Thor: Ragnarok, sembrando las semillas justas y necesarias para Doctor Strange 2 y haciendo avanzar la gran trama que explotará en Avengers: Infinity War. Para todo eso, por supuesto, hay que quedarse hasta el final (final) de la película.
Como si alguien fuera a irse antes, no?
Fernando Ariel García
Marvelinks: Agent Carter
Agents of S.H.I.E.L.D. (1º temporada y 2º temporada)
Ant-Man. El Hombre Hormiga
Avengers: Era de Ultrón
Capitán América y el Soldado del Invierno
Capitán América: Civil War
Daredevil (1º temporada)
El sorprendente Hombre-Araña
El sorprendente Hombre-Araña 2: La amenaza de Electro
Iron Man 2
Iron Man 3
Thor: Un mundo oscuro
Wolverine inmortal
X-Men: Días del futuro pasado
X-Men: Apocalipsis
No hay comentarios:
Publicar un comentario