Las locuras de Robinson Crusoe. Directores: Vincent Kesteloot y Ben Stassen. Voces (versión original): Matthias Schweighöfer, Kaya Yanar, Cindy aus Marzahn, Dieter Hallervorden, Aylin Tezel, Melanie Hinze, Tobias Lelle, Tommy Morgenstern, Ghadah Al-Akel, Bert Franzke, Jesco Wirthgen, Jan Makino, Axel Lutter y Gerald Schaale, entre otros. Voces (doblaje): Gabriel Gama, Carlos Díaz, Yolanda Vidal, Francisco Reséndez, Aidreth Díaz, Analiz Sánchez, Raymundo Armijo, Raúl Solo, Luciana González, Ricardo Roldán, Fernando Moctezuma, Gerardo Ortega, Sebastián Llapur y Octavio Rojas, entre otros. Guionista: Domonic Paris, sobre una idea de Chris Hubbell y Sam Graham, libremente basado en la novela Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Illuminata Pictures / nWave Pictures/ uFilm. Francia / Bélgica, 2016. Estreno en la Argentina: 24 de noviembre de 2016.
Me lo hizo notar, con el nervio crítico de quién sabe de verdad, el amigo y colega Alejandro Di Menna, durante la privada a la que críticos y periodistas pudimos ir acompañados de nuestros respectivos hijos. Poco antes de la mitad de la película, los pibes ya estaban saliendo de la sala para ir al baño, pero ninguno se sacó los lentes 3D. Dicho en criollo: El argumento no los pegó a la silla ni logró abstraerlos de ningún requerimiento fisiológico, pero las imágenes se les metieron por los ojos y no los soltaron ni cuando estaban haciendo pis.
Y esa es, para mí, la definición más acertada y la lectura más jugosa que pueda hacerse de Las locuras de Robinson Crusoe (Robinson Crusoe, 2016), fantasía animada francobelga que se aventura a imaginar las aventuras del náufrago más famoso de la literatura, desde que llega a la isla y hasta algo antes de que se le aparezca Viernes. Visualmente impactante, plantándosele de igual a igual a cualquier producción Pixar en cuanto a calidad técnica y gracia de diseño, la película de Vincent Kesteloot y Ben Stassen no cierra en cuanto a desarrollo de los personajes, disparadores dramáticos, despliegue del guión y tiempo narrativo.
Simple hasta parecer forzosamente alargada, lenta a pesar del virtuoso manejo de cámara y el notable uso de la profundidad de campos que genera el 3D, Robinson Crusoe termina perdiendo la atención principal de los chicos y aburriendo un poquito a los grandes, que no encuentran segundas lecturas ni guiños de dónde agarrarse.
Tal vez porque la identidad del relato no termina de cuajar.
Fábula protodisneyana en donde la relación entre humanos y animales forma el núcleo empático y simpático del relato, se la pasa tirando líneas a otros paradigmas del entretenimiento infantil probadamente exitosos y fácilmente reconocibles por los espectadores. Piratas al estilo de Piratas del Caribe, un papagayo reminiscente del guacamayo de Río, unas ratitas parientes de Ratatouille y un camaleón birlado al Pascal de la Rapunzel de Enredados, entre otros. Demasiados parecidos que inhiben la imposición de las partes originales, que la película tiene en cantidad, para dejar que la sensación de deja vu se propague por la sala.
Nuestros hijos, de todas formas, salieron bastante conformes.
Fernando Ariel García
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