miércoles, 19 de septiembre de 2018

LA CASA CON UN RELOJ EN SUS PAREDES: LA MAGIA COMO BIEN DE FAMILIA

La casa con un reloj en sus paredes. Director: Eli Roth. Protagonistas: Jack Black, Cate Blanchett, Owen Vaccaro, Kyle MacLachlan, Renée Elise Goldsberry, Colleen Camp, Sunny Suljic, Vanessa Anne Williams y Lorenza Izzo, entre otros. Guión: Eric Kripke, basado en la novela homónima escrita por John Bellairs e ilustrada por Edward Gorey. DreamWorks / Amblin Entertainment / Mythology Entertainment. EE.UU., 2018. Estreno en la Argentina: 20 de septiembre de 2018. 

Una película de los años ’80, pero con efectos especiales del nuevo siglo. Fantasía infanto-juvenil con mucho sinsentido, humor blanco y química perfecta entre los protagonistas. Relato iniciático de terror gótico pre-adolescente, poseedor de un gran despliegue visual, algo barroco pero de estilo sofisticado y accesible. El espíritu lúdico de Los Goonies y el toque dark-jodón de un Tim Burton apto para todo público. 


Si uno engancha con esta premisa simple, llana y directa, la va a pasar muy bien visitando La casa con un reloj en sus paredes (The House with a Clock in Its Walls), millonésima vuelta de tuerca sobre las casas encantadas y los niños huérfanos hechiceros (conste que la película está basada en un libro de los años ’70, muy anterior a Harry Potter). Todo en esta producción remite al ideario emocional construido por Spielberg en base a la nostalgia, de ahí que la película busca obsesiva, obscena y descaradamente el centro del corazón de niño que todavía deberíamos tener en el pecho. Y lo alcanza de lleno, con referencias al Captain Midnight incluidas. 


En la ficción, después de la Segunda Guerra mundial, la pesadilla de la aniquilación completa parece haberse mudado a un pueblito suburbano de Michigan, en plenos años ’50, donde campean a sus anchas la amistad y la traición, el chiste y el bullying, la violencia y la compasión del hombre sobre el hombre, el dolor infinito de algunas pérdidas y la capacidad humana de reconstruirlo todo (vida, entorno, relaciones), desde el amor presente en la estructura familiar. 


Una época de luces y sombras bien definidas, que se despliega ante nuestros ojos desde la fenomenología lúdica planteada por el mundo de la magia. Ese delicado equilibrio entre lo físico y lo metafísico, lo tangible y lo intangible, la ciencia y la fe, el horror y la esperanza. Cuna de monstruos, muñecos malditos, calabazas poseídas y familias disfuncionales, capaces de avanzar porque saben ir los unos apoyados sobre los otros. Ideal para ver con hijos, sobrinos y nietos. Chicos, eso sí. O grandes, si es que todavía saben ver la vida con ojos de chicos. 
Fernando Ariel García

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