viernes, 17 de junio de 2022

CAPTAIN AMERICA: WATERGATE Y EL FIN DEL SUEÑO AMERICANO

Captain America Nº 173-176. Guionista: Steve Englehart. Dibujante: Sal Buscema. Entintador: Vince Colletta. Letristas: Artie Simek, Charlotte Jetter. Coloristas: George Roussos, Petra Scotese (como Petra Goldberg), Linda Lessmann. Portadistas: Gil Kane y Frank Giacoia, Sal Buscema, John Romita. Editor: Roy Thomas. Marvel Comics. EE.UU., mayo a agosto de 1974 (fecha de portada, puestos a la venta entre febrero y mayo de 1974).


Complejo de edificios Watergate, sede del Comité Nacional del Partido Demócrata de los Estados Unidos. Apenas pasada la medianoche, el guardia que estaba recorriendo las instalaciones descubrió que las cerraduras de algunas habitaciones estaban bloqueadas por cintas. De inmediato, hizo lo que le marcaba el protocolo y llamó a la policía. En ese momento, un día como hoy de hace cincuenta años, empezaba el caso Watergate, que terminaría costándole la presidencia de los EE.UU. a Richard Nixon dos años después, en agosto de 1974.


La investigación periodística que le sucedió, además de encumbrar a los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein; y al diario The Washington Post; terminó demostrando que se trataba de un caso de espionaje político comandado desde las más altas instancias del Poder Ejecutivo local, una conspiración que también involucraba distintos abusos del poder presidencial, la utilización partidaria del FBI, la CIA y el Servicio de Impuestos Internos, entre otras actividades ilegales. Un combo incendiario que la administración Nixon intentó encubrir a cualquier precio; y que de todas formas terminaría estallándole entre las manos.

Mención directa al caso Watergate en la cuarta viñeta

En esos años, Marvel encarnaba la pata más progresista que podía mostrar el cómic mainstream norteamericano. Criticaba abiertamente la guerra de Vietnam, acompañaba las movilizaciones estudiantiles, apoyaba la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana, ponía la lupa sobre el consumo de drogas, mostraba cierto empoderamiento femenino, empatizaba con las demandas que enarbolaban Bob Dylan y la revista Rolling Stone, entre otros faros de la denominada “contracultura”.

Intento de Golpe de Estado en la Casa Blanca

En aquellas ligas jugaba el guionista Steve Englehart, por ese entonces una de las voces jóvenes encargadas de relevar a Stan Lee y a Roy Thomas en el armado del Universo Marvel. Y después de descoserla en Avengers y Doctor Strange, había quedado a cargo del símbolo patrio más importante de la editorial: El Capitán América. Lo suyo con el Capi tenía una fuerte carga revisionista, definiendo al personaje como la encarnación de los valores democráticos que deberían guiar el camino de la Nación, más allá de los intereses coyunturales que marcaran el tablero. Su Capitán América era profundamente político, por ello representaba y servía al pueblo estadounidense, verdadero detentor del poder; y no a los Gobiernos coyunturales.


Bajo este postulado, Englehart inició una de las sagas más definitorias de la serie, a lo largo de su vasta trayectoria. A principios de 1974, cuando el Congreso de los EE.UU. aprobaba el inicio del proceso de destitución presidencial de Nixon por el caso Watergate, enfrentó al Capitán América (junto con el Halcón y los X-Men) contra el Imperio Secreto, una organización criminal subterránea, dedicada a socavar el estado democrático de los EE.UU. El Imperio Secreto tenía un amplio poder económico y militar, pero su mayor triunfo había sido el de dominar a la población mediante la manipulación de la verdad a través del uso (y abuso) de la propaganda.

El fin del sueño americano para el Capitán América

El diálogo entre el cómic y la realidad se vuelve frenético e imparable. El clímax de la pelea se lleva a cabo en plena Casa Blanca, con el Imperio Secreto intentando dar un Golpe de Estado. Como debe ser, al final el Capi y sus amigos salen victoriosos, exponiendo ante el mundo la red de corrupción que ata al Imperio Secreto con los distintos estamentos de la administración de Gobierno. Pero el verdadero desenlace es tan impensado como demoledor. El líder del Imperio Secreto no es otro que el Presidente de los EE.UU.; y toda la movida había sido su plan para hacerse del poder total, sin las restricciones legales que le impone la Constitución. Vencido, el Presidente de los EE.UU. se suicida delante del Capitán América. Y el héroe del pueblo, avergonzado por las acciones del Gobierno, sintiéndose incapaz de vestir la bandera de una mentira, abandona su rol superheroico.
Fuera del papel impreso, cuatro meses después, Nixon renuncia a su cargo. El caso Watergate ya era Historia.
Fernando Ariel García

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