Akira vol. 1-6. Autor: Katsuhiro Otomo. OVNI
Press. Argentina, 2018-2020.
Cómo cambian las cosas los años. A principios
de los ’90, cuando Akira empezó a
circular por la Argentina, en papel y en VHS, uno tenía que explicar quién era
Katsuhiro Otomo, desenrollar sus pergaminos creativos y evidenciar cuál era su
rol en la expansión nipona que se venía sin prisa y sin pausa. Había que hablar
sobre la premeditada occidentalización de los contenidos de la saga,
desarrollada para capturar la imaginación (y el bolsillo) de los millones de
universitarios adolescentes orientales que habían cambiado las milenarias costumbres
anteriores a la explosión industrial japonesa para abrazar los comportamientos
consumistas promovidos por el capitalismo de mercado.
Hoy las cosas se leen al revés. Y, con justa
razón, Akira está considerada un
exponente mayúsculo del arte popular japonés, fiel representante de la cultura
oriental que ayudó a difundir e instalar en el mundo todo. Más allá del giro de
las perspectivas, lo cierto es que a casi cuatro décadas del debut del manga en
las páginas del semanario Young Magazine,
Akira sigue siendo una obra moderna,
potente, compleja y atrapante. Un tour de
force imprescindible a la hora de enfrentar la narrativa post-apocalíptica
contemporánea.
Haciéndose eco de la pesadilla nuclear
instalada en el ADN japonés, Akira
arranca con el estallido de la Tercera Guerra Mundial, la destrucción atómica
de Tokio y la complicadísima reconstrucción social, económica y política que le
sucede. Capitalizando la real paranoia apocalíptica que campeaba por el mundo
bipolar de ese entonces, donde la caída del Muro de Berlín y el bloque
socialista parecía un escenario de la ciencia-ficción más pedorra, Otomo sitúa
la acción en un futuro tan mediato como reconocible: Un lapso de treinta años
que le permite conjugar las primeras páginas de los diarios con las
premoniciones más catastróficas y desahuciantes.
Del cataclismo cósmico a las cuestiones
domésticas, pasando por las eternas dudas existenciales que acompañan a la raza
humana desde el inicio de los tiempos, Akira
combina una trama ultraviolenta con el desencanto del technothriller y cierta
filosofía cyberpunk. Va por los experimentos psíquicos y extrasensoriales
ultrasecretos del Gobierno y, en el camino, expone con crudeza las llagas
abiertas del abandono social, el desempleo y el terrorismo. Y pone, en el ojo
de la tormenta, a dos adolescentes amigos (Kaneda y Tetsuo) que condensan el pathos de una camada de jóvenes sin otro
futuro que el de la delincuencia pandillera y el consumo de drogas.
Con el correr de los años y la subsiguiente
canonización de algunos de los tópicos principales de Akira, el discurso fantacientífico del manga puede haber visto
mermada su capacidad de generar sorpresa y asombro, pero el costado humano que
Otomo encarnó en Kaneda y Tetsuo no ha perdido un ápice del interés y la
profundidad que supo construir a lo largo de los seis tomos. Sobre todo a la
hora de contar el distanciamiento gradual de esos dos amigos (aparentemente)
inseparables. Producto de las experiencias personales de cada uno de ellos, sí,
pero influida por las tensiones generadas por el marco político que los
contiene y el entorno ambiental que termina de conformarlos. Cuarenta años
después de su primera exposición, ese inteligente intercambio entre el No Future generacional y el No Future histórico, sigue interpelando
con las mismas preguntas sin respuestas. Y eso se agradece.
Fernando
Ariel García
Publicado
originalmente en Comiqueando Digital Nº 1 (marzo de 2021)
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