jueves, 12 de diciembre de 2019

LA LUZ DEL FIN DEL MUNDO: APRENDER A SOLTAR

La luz del fin del mundo. Director: Casey Affleck. Protagonistas: Casey Affleck, Anna Pniowsky, Elisabeth Moss y Tom Bower, entre otros. Guion: Casey Affleck. Black Bear Pictures / Company A.EE.UU., 2019. Estreno en la Argentina: 12 de diciembre de 2019. 

Podríamos decir que estamos frente a una película de ciencia-ficción y no faltaríamos a la verdad. Porque el escenario minimalista en donde se desenvuelve La luz del fin del mundo (horrible retitulado para el poético, certero y original Luz de mi vida) es el de una oscura sociedad post-apocalíptica cercana en el tiempo, en donde una parte importante de la población ha caído muerta a raíz de un contagio del que poco se especifica, principalmente porque no hace falta para quedar atrapado en el nudo dramático que escribe, cuenta y protagoniza Casey Affleck. 

Pero si decimos que La luz del fin del mundo (Light of My Life) es sólo una película de ciencia-ficción, me parece que la estamos pifiando. Tan morosa como preciosista y tan salvaje como entrañable, la intimista fábula del hermano de Ben es una obra maestra sobre la naturaleza y los alcances de la relación filial entre un padre y su hija, en el preciso instante en que la hija está empezando a ser una adolescente sin dejar de ser una niña. Y en un ambiente en que esa condición se torna tan peligrosa como el pueblo azotado por el crudo y desalmado invierno que muestra la pantalla. 


Durante gran parte del metraje, el anónimo personaje de Affleck (al que sólo conoceremos como Papá, porque eso es lo que lo define y le da identidad) hace lo que cualquier padre haría en una situación de constante y continua amenaza: Todo lo imaginable e inimaginable, ya que no existen límites éticos ni sociales a la hora de proteger la vida y garantizar la supervivencia de su hija. Pero lo mejor que tiene la película es que, en determinado momento y en una específica circunstancia, obliga al personaje de Affleck a tomar conciencia de qué es lo que realmente debe hacer si es que de verdad quiere proteger la vida y garantizar la supervivencia de su hija. 


Empoderar a una hija (o a un hijo, es lo mismo) es aprender a soltarlo, a dejarlo ser, estar y moverse en el entorno físico, concreto y simbólico que, en suerte o desgracia, le haya tocado habitar. Sabiendo que va a estar expuesta a lo bueno y lo malo que el mundo y las personas tengan para ofrecerle. Confiando en que le hayamos otorgado las herramientas y los recursos necesarios para superar las adversidades que se le crucen en el camino. Aprendiendo a convivir con el miedo de saber que no siempre vamos a estar ahí, caminando a su lado o poniendo nuestro cuerpo adelante. 


En ese sentido, podríamos decir que La luz del fin del mundo también es una película de terror emocional. Lo cual resulta tan cierto como limitado. Porque el fresco que supo pintar Affleck es mucho más rico y complejo. Tan rico y complejo como una simple historia de amor y crecimiento mutuo. La hermosa, irrepetible y siempre sorprendente historia de un padre viendo brillar a la luz de su vida. 
Fernando Ariel García

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