La violación de Lucrecia. Autor: William Shakespeare. Dirección: Miguel del Arco. Intérprete: Nuria Espert. Creación sonora y diseño: Sandra Vicente (Studio 340). Iluminación: Juanjo Llorens. Escenografía y vestuario: Ikerne Giménez. Traducción: José Luis Rivas Vélez. Producción: Juanjo Seoane. Teatro San Martín (Sala Cunill Cabanellas). Argentina, 28 de mayo al 7 de junio de 2015.
Tercer subsuelo del Teatro San Martín. Una sala, la Cunill Cabanellas, pequeña y opresiva, totalmente vestida de negro. El escenario ideal para el drama que vamos a presenciar, en primerísima fila, con una pegajosa intimidad que deviene cercana complicidad una vez que el crimen queda consumado. En simultáneo, discurre ante nuestros ojos la historia del abuso que derivará en la abolición de la Monarquía en la antigua Roma y la posterior proclamación de la República; y una de las tantas expresiones de lo que hoy hemos dado en llamar violencia de género, cada vez más visible y cada vez más impune, en cualquier barrio de la Argentina, en cualquier barrio de España.
Atemporalidad inexistente en el potente poema narrativo de un primerizo William Shakespeare, decididamente subrayada por la puesta en escena y la dirección de Miguel del Arco. Minimalista, despojada de accesorios innecesarios, realzada por la traducción de José Luis Rivas Vélez, La violación de Lucrecia (The Rape of Lucretia, 1595) nos incomoda con su violencia arrebatadora, nos envuelve en oleadas de incandescente belleza, nos atrae con su repulsión y nos repugna con sus encantos explícitos.
Claro que nada de esto sería posible si el centro de la escena no estuviera ocupado por la catalana Nuria Espert, pasión y oficio al servicio de este drama victoriano con tripas de flamenco. Sus voces, sus miradas, sus gestos, sus silencios nos inundan, nos enceguecen, nos atropellan. Dueña de unas transiciones animales, su cuerpo y su alma se transfiguran con impiadosa celeridad. Suma sacerdotisa de su arte, es el narrador, es el violador, es la víctima, es la justiciera mano de la venganza. No en vano la llaman la Gran Dama del Teatro Español, aunque ella prefiera definirse como una simple Mujer de Teatro. Ni lo uno lo otro, esta mujer es el teatro. Y punto.
Poética montaña rusa emocional, La violación… nos habla de los atropellos y de los atropellos del poder, de la nobleza y el sacrificio, de la determinación del amor, de la inocencia arrebatada y sus cicatrices indelebles, del tiempo y la Justicia, del dolor de seguir arrastrando el dolor, de la filosofía intransigente con que juegan al ajedrez la vida y la muerte. Del pozo oscuro al que se asoma la humanidad.
Y lo único que podemos hacer es aplaudir. De pie.
Fernando Ariel García
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