Gabo. Memorias de una vida mágica. Guión: Óscar Pantoja. Dibujos: Miguel Bustos, Tatiana Córdoba, Felipe Camargo Rojas. Diseño Editorial y Color: César Garzón. Portada: Diseño de Raúl Castro Zea. 184 páginas en duotono. Galerna / Rey Naranjo Editores. ISBN: 978-950-556-598-6. Argentina, octubre de 2013.
Algo bueno está pasando en la edición argentina de historietas extranjeras. Al consabido dominio de la producción norteamericana y japonesa, le están haciendo frente corajudas avanzadas de otras latitudes. Algunas muy cercanas, tanto que resulta casi inexplicable que no haya sido así antes. Pero no lloremos por lo que no fue, celebremos lo que está siendo. Y lo que está siendo incluye, entre otros exponentes, a la chilena Mocha Dick; y a esta historietizada biografía de Gabriel García Márquez, publicada en Colombia el pasado febrero.
Obra colectiva generada por encargo de la editorial colombiana Rey Naranjo, Gabo. Memorias de una vida mágica no es el trabajo más representativo del estado actual del noveno arte local; y, la verdad sea dicha, su existencia se justifica por el peso específico de la figura abordada antes que por el resultado final de la propuesta. Organizada alrededor de la escritura de Cien años de soledad (cuya primera edición se dio a conocer en Buenos Aires en 1967) y la entrega del Premio Nóbel de Literatura en 1982, la historieta desanda el antes y el después de la vida de Gabo mediante saltos temporales que terminan confluyendo en una especie de místico destino predeterminado.
Dos únicas instancias (juegos temporales, presencia de elementos fantásticos imposibles de aprehender desde la lógica racional) que remiten al Realismo Mágico que García Márquez impuso en el continente y el mundo, más allá de que el género en sí (y el propio Gabo) reconzca antecedentes directos y decisivos en las plumas de Juan Rulfo, William Faulkner y Franz Kafka, por nombrar a quienes aparecen referenciados en el cómic. Y aunque el mismo biografiado ficcionara sus memorias dentro de las amplias márgenes del Realismo Mágico, los autores de la historieta han decidido abordar este material desde un realismo documental que limita las posibilidades creativas de la historia por contar.
Discursiva antes que narrativa, literaria por el exacerbado uso de la palabra escrita para retratar hechos y emociones que podrían (y deberían, a mi entender) correr por cuenta del dibujo, la mayoría de los bocadillos en off resultan tan innecesarios como redundantes, conspirando contra la progresión dramática del relato y el interés que, como lector, uno aporta a la obra. A este Gabo le sobran frases hechas y una forzada percepción sensorial de las cosas; pero le falta poesía y el manejo verosímil de lo improbable para considerar al Hombre como el máximo Misterio de la Creación.
No ayuda mucho la limitada oferta del apartado gráfico. Si bien desde el terreno del diseño, la puesta en página homologa estilos y ritmos, definiendo una identidad global sin fisuras, las notorias distancias cualitativas entre los autores de los diferentes capítulos resulta, la mayor de las veces, insalvable. Una cosa es la elección de un estilo de dibujo despojado, pero otra (y muy distinta) es un dibujo preso de sus inconsistencias técnicas.
Portada de la edición colombiana
En su libro El viaje a la semilla, el periodista colombiano Dasso Saldívar transformó la biografía de García Márquez en un complejo estudio histórico, social y cultural del país, el pueblo y la familia que bulle entre la vida y la novela, esas dos caras de la misma moneda que Gabo forjó entre Aracataca y México. Esta historieta no pudo pasar de la cáscara.
Fernando Ariel García
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