martes, 5 de marzo de 2013

VAN HELSING'S NIGHT OFF: NOCTÁMBULOS

Cuatro anónimas personas alrededor de la anodina barra de un bar cualquiera, una noche cualquiera, en una esquina cualquiera, que pone en evidencia la taciturna vacuidad del momento. Del momento presente, del que pasó y del que está por llegar. La mortecina luz del local lo recubre todo (y a todos) con una mortaja melancólica y desolada, de la que parece no haber escape. Instante eterno, detenido en el tiempo aunque el tiempo siga transcurriendo como un bucle redireccionado, inmisericorde. Eso es Nighthawks, una de las pinturas más sobrecogedoras (y reconocidas) de la plástica estadounidense, lienzo en el que Edward Hopper supo plasmar el desánimo de una generación atenazada por las preocupaciones existenciales del ser. La Gran Ciudad como motor de las soledades particulares, seguidilla de pequeños fracasos, continuos descontentos, sueños rotos y esperanzas perdidas que, inevitablemente, han de terminar en una gran caída, sorda, sin ruido, invisible para la marea humana que va y viene, indolente del otro.


Van Helsing durante una típica jornada laboral

Saquemos a los habitantes del cuadro y pongamos en su lugar a los personajes clásicos del cine de terror y aventuras (el cazavampiros Van Helsing, la Momia, el Vampiro, el Hombre Lobo, el Hombre Invisible, Frankenstein, el superheroico Masked Avenger, algún mago con poca cordura y un hombre con dos cabezas), pero fijémoslos en la retina y el corazón con los rostros, mañas y actitudes de los actores que los encarnaron (dentro y, algunos, fuera de la pantalla) en un cine barato y rápido, filmado en blanco y negro, con más talento que recursos, con más personalidad que guión. Hagamos de cuenta que los parroquianos acodados en la barra son el fruto del cruce cruel, tan despiadado como cariñoso, que la industria hollywoodense hizo de Bela Lugosi con Drácula, de Johnny Weissmuller con Tarzán, borrándoles el límite entre la fantasía y la realidad antes de tirarlos al tacho de basura. Y, por último, reemplacemos el registro dramático de Hopper por uno cómico, cercano al slapstick, ese humor físico de situaciones forzadas hasta el límite de lo absurdo, lo bizarro y lo ridículo. El resultado, se me antoja, será algo muy parecido a lo que Nicolas Mahler alcanza en esta preciosa joya intimista que se llama Van Helsing’s Night Off.


Triste destino del Hombre Invisible

La mirada del austríaco Mahler abreva en Chaplin y Los Simpsons, en Edward Gorey y el espíritu anárquico de los viejos cartoons de la Warner, sacando la máxima expresividad del trazo simple, mostrando lo esencial a través de lo despojado. En esta serie de historietas mudas, mínimas, publicadas originalmente en la revista Lapin (vitrina de la editorial francesa L’Association), los arquetipos clásicos del cine de terror se nos aparecen en situaciones de una cotidianeidad insignificante, chata, llena de tiempos muertos, rayana en el aburrimiento. Estragados por la neurosis citadina y el peso de la fama perdida, imposibilitados de responder a la expectativa que supieron generar sus mitos, los personajes ya no están ni a la altura de sus conmovedores deseos de perdurabilidad. Dioses rebajados a la categoría de humanos, han sido abandonados hasta por el olvido.


Frankenstein y la Momia

Maestro en el manejo de la ironía, Mahler hace explotar a sus criaturas con la verdadera humanidad que esconden tras la azarosa naturaleza monstruosa que les ha tocado en suerte. Hay mucho cariño en el abordaje de esta agridulce vida de descarte, que los aprisiona con la reiterada monotonía laboral, la rutina marital, la infidelidad programada, las estoicas citas románticas que no llegan a nada, los respiros en la recurrente barra de un bar cualquiera, una noche cualquiera, en una esquina cualquiera. Aquí es donde toma cuerpo la falta de pasión, el desgano moral, la carga ética que se atraganta en el albur de esa poesía desasosegada que busca (y encuentra) la risa cómplice, el guiño de pertenencia.


Vampiro en noche de copas

Puede ser que los FX 3D ultratecnológicos hayan sobrepasado y atropellado a esta filosofía que respiraban las películas de los ’30, de los ’40, de los ’50; poniendo en evidencia el patetismo de sus trajes de goma, de sus fondos pintados, de sus escenografías de cartón piedra. Por suerte, Mahler sigue apostando al alma que no pudo cooptar ningún cambio de paradigma visual. Aunque los suyos sean personajes fracasados que se empeñan en seguir fracasando, son hermosos perdedores que sólo reclaman de nosotros un poco de afecto, algo de respeto. Y si es cierto que la belleza está en los ojos del que mira, entonces el monstruo sólo existe en el reflejo que nos devuelve el espejo.
Fernando Ariel García


Van Helsing’s Night Off. Autor: Nicolas Mahler. Portada: Nicolas Mahler. 112  Páginas en blanco y negro. Top Shelf. ISBN: 1-891830-38-4. Canadá, 2004.

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