(Artículo publicado originalmente en la revista Etnica Nº 2, de junio de 2011) Hay algo en la figura de Ingrid Betancourt que no me termina de cerrar. Es una zona gris que me hace pendular de la luz a la sombra, sin terminar de convencerme. No me queda claro si su secuestro en febrero de 2002 fue o no acordado con las FARC, en virtud de un posible apuntalamiento a su deseo presidencialista que terminó desmadrándose. No me queda claro si su liberación en junio de 2008 fue o no acordado con las FARC, en virtud de un posible apuntalamiento a la gestión presidencial de Alvaro Uribe que rindió sus frutos. Sea cual sea el caso, no dudo que su estancia de seis años, cuatro meses y nueve días en la selva colombiana, fue muy difícil. Puedo inferir (sobre todo, por los dichos de sus propios compañeros de cautiverio) que tuvo algunas actitudes, iniciativas y/o comportamientos bastante alejados de lo humanitariamente esperado. Pero, ¿quién está en condiciones de juzgarla por ello? Yo no, ya que realmente no sé qué sería capaz de hacer en una situación de esa naturaleza.
Creo que, en realidad, la que me cae mal es ella. Ingrid Betancourt. La utilización política que viene haciendo de su rol de víctima, sobre todo después de afirmar haberse retirado de la vida política. Las dos indemnizaciones solicitadas a los estados francés y colombiano, hay que decirlo, tampoco suman. Por todo ello es que, supongo, me gustó tanto este ácido, satírico, sumamente irrespetuoso Ingrid de la jungle, firmado con trazos muy gruesos por Serge Scotto, Eric Stoffel y Richard Di Martino, distribuido en las librerías galas pocas horas antes del lanzamiento de No hay silencio que no termine, versión oficial de la historia, escrita por la propia Betancourt.
La Ingrid de la jungla se me hace mucho más humana que la Ingrid de verdad (si es que aquella que aparece en los medios de comunicación es la de verdad). Es mezquina, egoísta y manipuladora, algo tonta y torpe, hipócrita y malvada. Siempre consciente de su condición de rehén y atenta a cómo sacar mejor partido de la situación. Y por ello, víctima de sus secuestradores y victimaria de sus compañeros. De no mediar el registro humorístico, Ingrid Pétancourt sería totalmente detestable. Claro que también lo serían su amante Raoulo, con quien planifican el secuestro que sale mal. Y las FARCE (farsa en francés), Fuerzas Armadas Revolucionarias del Colombin Ecuatorial, grupo guerrillero que domina las selvas del latinoamericanísimo Colombin. Y el pequeño presidente francés Nicolas Sarko, preocupado en lucir a su bella esposa Carla Brutti y en ganar la disputa política con el primer ministro galo Dominique Grillepin gracias a la liberación de Ingrid. En la historieta, a nadie le importa el destino de los secuestrados, los protagonistas se mueven sólo en base a sus intereses personales en pugna. Demasiado parecido a la realidad como para no generar un escabroso escozor.
Ahora voy a leer No hay silencio que no termine. Quiero ver cuál de los dos libros dice más mentiras.
Fernando Ariel García
Fernando Ariel García
Ingrid de la jungle. Guión: Serge Scotto y Eric Stoffel. Dibujos: Richard Di Martino. Portada: Richard Di Martino. 46 páginas a todo color. Fluide Glacial. ISBN: 978-2352070115. Francia, septiembre de 2010.
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