jueves, 27 de enero de 2022

ECOS DE UN CRIMEN: OTRA VEZ LA MISMA HISTORIA

Ecos de un crimen. Director: Cristian Bernard. Protagonistas: Diego Peretti, Julieta Cardinali, Carla Quevedo y Diego Cremonesi. Participación especial de Carola Reyna. Guionista: Gabriel Korenfeld. Particular Crowd / Tieless Media. Argentina, 2022. Estreno en la Argentina: 27 de enero de 2022.


Está buenísimo que el cine argentino se meta cada vez más con las historias de género emparentadas con el terror psicológico. Tenemos los talentos y los recursos técnicos para encarar cualquier tarea de esa naturaleza; y Ecos de un crimen lo confirma. Los actores caminan por el borde sin desbarrancar, el ritmo narrativo y la imaginería visual no sólo crean los climas necesarios, sino que saben cómo habitarlos y explotarlos dramáticamente. La verdad, esta película de Cristian Bernard no tiene nada que envidiarle a ninguno de los tanques hollywoodenses que llegan a nuestras pantallas y plataformas sin solución de continuidad.


Lamentablemente, tampoco tiene nada nuevo que agregar a los transitadísimos tópicos que aborda. Los ecos de El resplandor, Psicosis y El silencio de los inocentes, reverberan demasiado por toda la trama, enfocada en el tránsito de un escritor famoso (Peretti) que se está recuperando de un pico de stress. Llegó con su familia a una casa enorme, aislada y solitaria, para continuar su tratamiento mientras intenta retomar la escritura de su exitosísima saga policial protagonizada por un asesino despiadado.


Y, como es de esperar, ocurre lo que tiene que ocurrir. La irrupción de lo extraño, en una noche de lluvia y sin electricidad, obligará al escritor a enfrentar su fragilidad emocional y mental. Para peor, desde una fragmentación de la realidad que lo expone a revivir los mismos hechos, pero desde miradas y resoluciones alternativas. ¿Estamos presenciando lo que pasa en el mundo o lo que sucede en su cabeza? ¿Peretti se volvió loco o la naturaleza oscura de la situación lo está poniendo sobre aviso?


La idea del relato pendular como mecanismo generador de tensión está muy bien planteada, pero mal resuelta. En el arranque, las puertas de la intriga están todas abiertas de par en par, ofreciéndonos una cantidad de posibilidades que hacen al atractivo primario del film. Pero cada vez que volvemos a fojas cero, las puertas se van cerrando estrepitosamente, cancelando variables y, por lo tanto, anticipando el clímax que está por venir. De hecho, antes de que todo se resuelva por el camino de la lógica, ya sabemos por dónde pasan el qué, el quién y el porqué de la cuestión. Sólo falta presenciar el cómo, que a mí (lo siento) me defraudó.
Fernando Ariel García

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