Rifkin’s Festival. Director: Woody Allen. Protagonistas: Wallace Shawn, Gina Gershon, Elena Anaya, Louis Garrell, Christoph Waltz, Sergi López, Richard Kind, Nathalie Poza, Douglas McGrath, Steve Guttenberg, Enrique Arce, Tammy Blanchard y Damian Chapa, entre otros. Guionista: Woody Allen. Director de fotografía: Vittorio
Storaro. Ilustrador del afiche: Jordi Labanda. Gravier Productions / Mediapro / Wildside. EE.UU.
/ España / Italia, 2020. Estreno en la Argentina: 20 de enero de 2022.
Empecemos como suelo empezar siempre que hablo
de una película de Woody Allen o de Roman Polanski, por poner dos de los
nombres más controvertidos del séptimo arte. Yo soy de los que pueden separar
al artista de la obra de arte. Creo, cada vez más, que Woody Allen es un ser
humano de mierda. Más allá de la trama alrededor del supuesto abuso de Allen a
su hija, nunca esclarecida del todo, su relación amorosa con Soon-Yi me parece
abominable. Porque, aunque no haya lazos sanguíneos que los unan, por más de
una década Allen había sido la figura paterna de quien hoy es su esposa.
Ahora, desde el estricto punto de vista artístico,
Allen me sigue pareciendo un genio. Y su cine, también me sigue conmoviendo,
interpelando y entreteniendo como antes, como siempre. Está claro que sus
últimos films están bastante lejos de los grandes clásicos que supo escribir,
dirigir y protagonizar. Pero cualquier obra de Allen, aunque no sea la gran
obra de Allen, para mí es una gran obra, un permanente motivo de celebración de
la pasión cinéfila.
Y eso es, justamente, Rifkins Festival, una
celebración de la pasión cinéfila. La del propio Allen; y la de todos aquellos
que aman y reverencian a los grandes autores europeos que lo formaron como
director; y que nos constituyeron como espectadores. No casualmente, la
película que inauguró la edición 2020 del Festival Internacional de Cine de San
Sebastián, transcurre durante un Festival Internacional de Cine de San
Sebastián, el que cambiará la vida del Mort Rifkin del título, un notable
Wallace Shawn a cargo del alter ego de Allen, que aquí oficia de crítico de
cine neoyorkino en plena crisis personal, laboral y de pareja.
La trama discurre amablemente por los carriles
más esperables de la comedia romántica, con los apuntes humorísticos y
sociológicos, punzantes y críticos a los que nos tiene acostumbrados el autor
de Un día lluvioso en Nueva York, Café Society y Blue Jasmine, entre tantas
otras. Lo diferente, lo más interesante (para mí) viene dado por la serie de sueños
que sufre Rifkin, especie de simbólicos cortometrajes que recrean la estética
(en blanco y negro), el ritmo y los contenidos básicos de algunas obras
fundacionales del séptimo arte: El ciudadano, de Orson Welles; Sin aliento, de
Jean-Luc Godard, Jules y Jim, de François Truffaut; El séptimo sello, de Ingmar
Bergman; El ángel exterminador, de Luis Buñuel; Amarcord, de Fedrico Fellini; y
alguna más que ahora se me escapa. Tributo delicioso con el que Allen se suma a
la onda metaficcional que parece ser moda en Hollywood.
Y el afiche, a cargo de Jordi Labanda, es una
maravilla.
Fernando Ariel García
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