L’Homme qui tua Lucky Luke. Autor: Matthieu Bonhomme. Portada: Matthieu Bonhomme. 64 páginas a todo color. Lucky Comics / Dargaud. ISBN: 978-2884-71363-4. Bélgica / Francia, abril de 2016.
L’Homme qui tua Lucky Luke. Autor: Matthieu Bonhomme. Portada: Matthieu Bonhomme. 72 páginas en blanco y negro. Lucky Comics / Dargaud. ISBN: 978-2884-71376-4. Bélgica / Francia, abril de 2016.
Estoy seguro. Mi pobrísimo nivel de francés me condenó a quedar afuera (por lo menos) del 50 % de los logros y atractivos que exhibe este trabajo. Pero con lo que pude entender, me alcanza y sobra para darme cuenta de que tuve en mis manos una de las mejores historietas que este 2016 terminará por ofrecernos. Y si estoy tan convencido de ello, es porque el nivel artístico de Matthieu Bonhomme está afiatadísimo, elegante y sutilmente compenetrado del valor icónico que carga el mito que aborda respetuosa y desfachatadamente; siendo consciente de la ruptura que nos propone. Una ruptura que no es otra cosa que el salto cualitativo más importante que haya dado Lucky Luke desde que René Goscinny abandonara los guiones.
Es cierto que Bonhomme tuvo un plus que Achdé y sus escritores de turno no pueden ni siquiera soñar para la colección regular de las aventuras del cowboy más rápido que su sombra: Carta blanca para hacer lo que quiera con el personaje de Morris, en un álbum unitario, fuera de la cronología oficial, que festeje los 70 años de vida del jinete solitario más trascendente de la bande dessinée. Y si pensamos al Lucky Luke clásico como una mirada satírica sobre los elementos característicos e identitarios del western, apropiados desde el canon humorístico francobelga; L’Homme qui tua Lucky Luke desanda ese territorio hasta darlo vuelta, echando una mirada realista sobre el canon francobelga, recuperando la perspectiva seria y oscura que postuló el western en las capaces manos de John Ford y el Clint Eastwood post Sergio Leone.
Después de la primera página, que cierra con el cadáver de Lucky Luke, la cara hundida en el fango y el cuerpo despatarrado tras el disparo certero con que concluyó el duelo, Bonhomme nos atrapa en un flashback que conjuga el drama shakespereano y el juego de espejos borgeano, en una trama que incorpora notas del policial, la crónica social y algunas secuencias de humor que descompriman la tensión de una época dura y desasosegada, difícil de sobrellevar para los hombres y las mujeres que aprendieron a esconder su noble corazón bajo la ropa sucia y una piel curtida por los aires impiadosos del desierto.
Los silencios se muerden, las miradas presagian las tormentas; y una serie de extrañas alianzas terminará eclosionando con la furia de la naturaleza. No en vano todo remite a The Man Who Shot Liberty Valance, mítico western de John Ford protagonizado por John Wayne, James Stewart y Lee Marvin, donde la duda está clavada permanentemente en la psiquis de los personajes y en los ojos del espectador; y la incertidumbre no nos permite develar si aquello que estamos viendo es tan así como lo estamos viendo. Se trata de un lejano oeste marcado por la fiebre del oro, pesado y lluvioso, polvoriento y, sobre todas las cosas, traicionero. El lugar ideal para las peleas de salón, las diligencias atacadas por los pieles rojas, los linchamientos y el infaltable duelo al sol. Por ello, no queda aquí espacio para Rantamplanes ni Daltons, apenas para una participación (central y, a la vez, periférica) de Laura Legs, pelirroja (muy) secundaria a la que conocimos en El gran duque.
Un álbum estimulante, que definitivamente abre nuevas posibilidades a un modelo que parecía agotado por sus propios estereotipos, L’Homme qui tua Lucky Luke (algo así como El hombre que mató a Lucky Luke) logra, paradójicamente, insuflarle nueva vida al viejo cowboy, humanizándolo a través de la reinterpretación sentimental. Y contándonos, de paso, cómo y por qué Lucky Luke dejó de fumar.
He’s still a poor lonesome cowboy… A long way from home. Gracias a Bonhomme.
Fernando Ariel García
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