miércoles, 26 de junio de 2013

ANTES DE LA MEDIANOCHE: EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR DESPUÉS DEL AMOR


Antes de la medianoche. Director: Richard Linklater. Protagonistas: Ethan Hawke, Julie Delpy, Seamus Davey-Fitzpatrick, Jennifer Prior, Charlotte Prior, Xenia Kalogeropoulou y Walter Lassally, entre otros. Guionistas: Richard Linklater, Julie Delpy, Ethan Hawke. Sony Picture Classics / Venture Forth / Castle Rock Entertainment / Detour Filmproduction / Faliro House. EE.UU., 2013.

Mucha agua ha pasado bajo el puente. Demasiada, tal vez. Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delpy) son y no son aquellos que se conocieron y se separaron en Antes del amanecer (1994) y volvieron a encontrarse en Antes del atardecer (2004), opus inmediatamente anteriores a este Antes de la medianoche (Before Midnight, 2013) que ¿cierra? la saga romántica más importante del cine independiente norteamericano contemporáneo. Pero lo bueno es que no hace falta haber visto las primeras partes del fresco sentimental pergreñado por el director Richard Linklater y los dos actores principales, para tomarle el tiempo, el pulso y el ritmo a esta historia de amor amenazado por la convivencia. Al menos yo, que no vi ninguna de las dos Antes…, no tuve ningún problema en seguir sus alternancias, captar sus metáforas y entender sus múltiples referencias (y metareferencias) internas.


Tal vez porque lo importante es aquello que le está pasando a esta pareja ahora, más allá (y más acá) del camino recorrido hasta llegar a este punto en que los encontramos, nueve años después del final de la segunda película, con una vida en común, dos hermosas mellizas y un hijo (de él) que hace de catalizador del drama que deberá resolver esta familia ensamblada si es que realmente quiere hacer que la saga llegue a tetralogía. Grecia, la cuna de la tragedia, pondrá el escenario de la Historia a la hora de desarrollar la historia de los enamorados, muy logrados exponentes de los idearios de género construidos en, por y para una clase media alta, con buen nivel de instrucción y severamente psicoanalizada, burguesa hasta en sus pequeñas grandes intenciones revolucionarias.


Lo mejor del filme, de lejos, pasa por el afiatado registro psicológico de los personajes; y los planteos filosóficos sobre la vida en pareja que exponen con natural naturalidad. El paso (y el peso) de los años, el reparto de tareas parentales en una época en que los roles masculinos y femeninos se definen principalmente por su articulación complementaria, el ensamblaje entre los proyectos personales y los familiares, el flujo y reflujo de los espacios individuales dentro de la marea colectiva, mucho más difícil de equilibrar cuando los hijos nos obligan a reformular parte de la agenda de la pareja. La administración de la felicidad, del deseo, de los sueños, de la culpa, de las obligaciones y los reposos. Los códigos de relación, en definitiva, válidos para cada pareja y por eso mismo intransferibles.


Y todo ello, todo junto, estructurado mediante diálogos de largo (larguísimo) aliento, hiperverborrágicos, radioteatrales antes que cinematográficos, pero donde cada palabra cuenta y está dicha con la carga expresiva justa, la transición necesaria para conceptualizar esta enorme reflexión existencialista sobre la naturaleza humana decantada en hombre y mujer, simple artefacto binario el primero y sofisticado sistema hexadecimal la segunda. De los choques y abrazos entre estas visiones contrapuestas del mundo están hechas las relaciones de pareja. De su permanente atracción y rechazo, esta película. De cuántos tipos de amor sean posibles entre dos seres que se aman, me animaría a decir, la trilogía toda.
Fernando Ariel García

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