Siento una particular fascinación por las librerías de viejo. Por las viejas librerías de viejo, quiero decir. Aquellas en las que uno podía perderse por horas, saltando de batea en batea, de estante en estante, los dedos tiznados de polvo, la nariz bombardeada por el inconfundible aroma de la humedad y el papel carcomido por el tiempo. Y la adrenalina, claro. La sensación de estar, siempre, a punto de encontrar El Dorado que ni siquiera estábamos buscando. Porque lo más interesante de toda esa travesía era la búsqueda. Frenética, ilusionada, frustrante, gloriosa. Tengo 46 años; y esas recorridas infantojuveniles por locales sagrados y algo oscuros, murmurantes de sones nacidos en las entrañas de un winco baqueteado por el uso, culminaban siempre (o casi) con el corazón en la boca y un libro de la Editorial Tor entre las manos temblorosas.
Esa misma sensación volvió a agitarme durante la lectura compulsiva de La Editorial Tor. Medio siglo de ediciones populares, del especialista Carlos Abraham (cuyo blog http://museodeliteraturapopular.blogspot.com.ar/ es -debería serlo- de visita obligada), imprescindible estudio para entender el impacto cultural que la literatura de masas tuvo, principalmente, en las sociedades argentinas de entre los años 1930-1960. Grandes tiradas a precios económicos, pensadas para el rápido consumo, con un ojo puesto en el entretenimiento y el otro en la instrucción. H.G. Wells, Tarzán, Borges, Hitler, José Ingenieros, Sarmiento, historietas, Platón, Pimpinela Escarlata, Cervantes, Poe, tratados sobre higiene sexual, Rocambole, Sexton Blake, Dante, folletines de apurada resolución, Sax Rohmer, Edgar Wallace, novela rosa, el primer trabajo editado de Adolfo Bioy Casares (bajo el seudónimo Martín Sacastrú), Gastón Leroux, Rubén Darío, Fantomas, Shakespeare, Fray Mocho, El Santo, Sandokán, Echeverría y Julio Verne, entre otros muchos exponentes de la literatura de género, el policial, el terror, la aventura exótica, la ciencia-ficción, el western y la gauchesca. Sólo un botón de muestra del catálogo anárquico, inabarcable y multifacético de la mítica editorial fundada por Juan Carlos Torrendel.
El trabajo de Abraham es más que meritorio, más que notable. No sólo por haber encontrado la lógica que estructuró semejante emprendimiento, recurrentemente obviado y discriminado por el canon academicista; sino (y sobre todo) por haberlo vuelto comprensible y entretenido, mitificando y desmitificando una práctica de intereses exclusivamente económicos pero que terminaron formando y formateando la cultura popular de la época. El libro es un repaso a la historia de la editorial, obviamente, con entrevistas a los protagonistas y el análisis pormenorizado de las colecciones que fueron más (y menos) determinantes a la hora de valorizar sus éxitos y fracasos. Pero también es una historia de la literatura de masas en la Argentina, de las prácticas editoriales que la impusieron y explotaron (local e internacionalmente), con expansiones verticales y horizontales, nuevos sistemas de distribución y la publicación de obras con o sin el permiso de sus autores (famosas son las colecciones apócrifas que Tor dedicó a Tarzán, Sexton Blake y los personajes de Edgar Wallace, que llegaron a triplicar la cantidad de títulos originales); y de las lecturas realizadas por las clases populares y obreras, yendo y viniendo entre la alta literatura y el sensacionalismo.
Durante gran parte de su activa existencia, Tor se identificó mediante la imagen de un bravío barco cortando las olas de un mar encrespado. Síntesis perfecta del espíritu que impulsó a la editorial y de las emociones que supo despertar en sus lectores. La Editorial Tor. Medio siglo de ediciones populares vuelve a ponernos a bordo de esa aventura, cuando uno tenía diecisiete años y el mundo era un vetusto libro de tapas amarillas. A punto de ser abierto. A punto de ser conquistado.
Fernando Ariel García
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