Vida de Jesús. Guionista: No acreditado.
Dibujante: Enrique Breccia. Colorista: No acreditado. Letrista: No acreditado.
Portadista: No acreditado. Editor: No acreditado. Imprimátur: Cardenal Juan
Carlos Aramburu, arzobispo de Buenos Aires. Editorial Esquiú. Argentina, abril
de 1979.
Por si alguien no lo recuerda (o no lo sabe),
entre 1960 y 1993 el Episcopado Argentino puso en la calle el semanario Esquiú,
revista católica que abordaba hechos políticos, sociales, culturales y
religiosos desde la óptica más rancia que tenía para ofrecer la extrema derecha
de la Iglesia Católica Apostólica local. Dirigida a concientizar a toda la
familia en los valores moralmente aceptados y recomendables, la publicación (y
la institución) buscó influir políticamente en la sanción de leyes y el diseño
de las políticas públicas.
En particular, entre fines de los años ’70 y
principios de los ’80, Esquiú comenzó a publicar una serie de historietas (que hoy
consideraríamos novelas gráficas) dedicadas a las vidas de santos, mártires y
figuras insoslayables de la historia y liturgia católica. Entre los autores que
se prodigaron en esas páginas estaban algunas de las figuras más importantes
del noveno arte local: Alfredo Julio Grassi, Alberto Salinas, Alberto Breccia y
Enrique Breccia, cuyas autonomías autorales quedaron siempre supeditadas al férreo
mandato del cardenal Juan Carlos Aramburu, arzobispo de Buenos Aires entre 1975
y 1990, cuya gestión estuvo marcada por el apoyo incondicional a la última
Dictadura, un abierto enfrentamiento contra la apertura democrática de Alfonsín
y el lisonjeo indisimulado a las políticas entreguistas de Menem.
Como máxima autoridad de la institucionalidad
eclesiástica, Aramburu entregó a esta Vida de Jesús el necesario Imprimátur
(eufemismo para la censura previa), declaración oficial de la Iglesia que
garantiza la veracidad de sus contenidos doctrinarios y teológicos, dando la
total seguridad de que estas páginas están libres de herejías y errores. De ahí
que Jesús aparezca representado como una máquina divina de hacer milagros
mientras dispara frases célebres de la Biblia y sostiene, a capa y espada, el
status quo moral de una Nación que se precie de tal.
Bajo una interpretación literal de las Sagradas
Escrituras, el articulado de los hechos narrativos incluye una visión bastante
racista y condenatoria del pueblo judío, además de rechazar cualquier mirada
crítica sobre la naturaleza de los actos de fe que se enuncian como verdades
absolutas e innegables, lo cual suena lógico viniendo de donde viene. Pero si
algo logra humanizar (aunque sea un poco) la figura y las acciones del
Nazareno, es el trazo de Enrique Breccia. Allí está la carne, la emoción y la
empatía que aportan estas páginas. El resto, es sólo verbo duro y puro; supeditado
a la pompa autocelebratoria de la Iglesia.
Fernando Ariel García
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