25 de abril aos quadrinhos. Guionista: Miguel
Gaspar. Dibujantes: Alain Corbel, Pedro Burgos, Pedro Morais. Coloristas: Alain Corbel, Pedro Burgos, Pedro Morais y Cláudia Silva. Portadista: José
Maria Ribeirinho, sobre una ilustración de Alain Corbel. Coordinadores: António
José Teixeira, João Paulo Cotrim. DN / Ministerio de Educación de Portugal /
Bedeteca de Lisboa. Portugal, 26 de abril de 1999.
Me escribió desde Portugal un lector al que
conocí en 2009 en el Festival de Amadora. Con toda amabilidad (y con toda
razón) me hizo notar que ayer, 25 de abril, Portugal también celebró su Fiestade la Liberación. Porque hace 51 años, un alzamiento militar en Lisboa puso fin
a más de cuatro décadas de régimen fascista en el país. Suena muy raro aquí en
la Argentina, donde los golpes militares se dieron para instalar dictaduras y
no para derrocarlas, pero así fue. El 15 de abril de 1974, las fuerzas armadas
portuguesas salieron a la calle y, sin disparar un sólo tiro, recuperaron la
democracia para su pueblo. Y como cada soldado se manifestaba con un clavel en
la boca de su fusil, el hecho pasó a ser conocido históricamente como La
Revolución de los Claveles.
Adjunto al mail, recibí una copia electrónica
de 25 de abril aos Quadrinhos, cómic antológico sobre el tema que el Diário de
Noticias distribuyó gratuitamente el 26 de abril de 1999. No sabía que existía
y no conozco a sus autores, periodistas e historietistas de larga trayectoria
en Portugal, que aquí logran un trabajo realmente emocionante. Son tres
historias autoconclusivas, pero con una característica común surgida de una
idea brillante. Todos los relatos nos vienen contados desde la perspectiva de
alumnos de escuelas primarias, en el momento histórico de la Revolución y en
1986, cuando Portugal se une a la Comunidad Económica Europea (CEE).
La inocencia infantil define la perspectiva de
los relatos y el real alcance de la Revolución. La mirada (y la conciencia) de los
chicos deviene, entonces, el hilo conductor para hacernos comprender la
trascendencia del hecho político, pero sobre todo cultural, que se acaba de
producir. Como lector, me queda claro que la Libertad, la calidad de vida y la
transformación integral de la sociedad portuguesa desde aquel hecho fundante hasta
el abrazo a la modernidad que simboliza la entrada a la CEE, no se habría dado (o
no se habría dado así, al menos) sin esos claveles en la calle. Y los cambios
que exhibe la Escuela, con tanta naturalidad como orgullo, no estarían ahí para atestiguarlo.
Fernando Ariel García
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