El
triunfo. Director: Emmanuel
Courcol. Protagonistas: Kad Merad, Marina Hands, Laurent Stocker,
Pierre Lottin, Wabinlé Nabié, Aleksandr Medvedev, Saïd Benchnafa,
David Ayala, Mathilde Courcol-Rozès y Sofian Khammes, entre otros.
Guionistas: Emmanuel Courcol y Thierry de Carbonnières. Basado en la
historia real vivida por el director de teatro sueco Jan Jönson.
Agat Films & Cie. Francia, 2020. Estreno en la Argentina: 11 de
mayo de 2023.
Para
ser la mejor comedia francesa del 2020, El triunfo (Un triomphe) se
mostró bastante incapaz de sacarme una carcajada, alguna risa, el
mínimo esbozo de sonrisa. Se
nota que el director y los actores apuntaron sus cañones a la
morisqueta física, comprometidos con alcanzar el
trazo grueso sin caer en ningún
tipo de
excesos,
pero no hubo caso. De todas formas, no hay que cargarle el sayo a la
película, ya que a mí me cuesta (y cada vez más) poder
traducir el sentido del humor fílmico galo en cualquier tipo de reacción
espontánea e involuntaria, que involucre sonidos y gestos saliendo
de mi boca y mi rostro.
Dicho
esto, la película sí me sorprendió con la inteligencia para plantear
una muy interesante relectura de Esperando a Godot, icónica
tragicomedia
que ayudó a fundar y consolidar el llamado Teatro del Absurdo, en
base a los elementos oníricos de su trama, su
cuestionamiento a
la naturaleza humana y la constitución de cualquier tipo de
sociedad. Es que en una cárcel, como en
el vacío camino donde transcurre la clásica obra de Samuel Beckett,
el tedio de los tiempos muertos funciona como metáfora del carente
significado de la existencia.
De
allí que la premisa de El triunfo, basada en una historia real,
busque construir sentido apoyándose en ese profesor de teatro
insatisfecho con el rumbo que está tomando su vida personal y
profesional. Y
en su obsesión por montar una rigurosa y creativa puesta de Godot
con un grupo de presidiarios del que vamos a desconocerlo (casi) todo
durante lo que dure el metraje. No importa mucho lo que hayan hecho,
porque lo que va a importarle al film es lo que Beckett y el teatro
vayan a hacer con esta
variopinta troupe de caracteres disímiles y compatibles, una vez que
bajen del escenario.
Hay
un par de puntas que se perciben de entrada. Y tal vez la más
importante sea la búsqueda de la superación personal, medida por el
impacto de la cultura en la población carcelaria. El
problema es que todo
aparece esbozado, simplificado
por
una pátina superficial que pocas veces deja
expresar la procesión interna que los personajes se encargan de
verbalizar en más de una ocasión. El
director, Emmanuel
Courcol, parece
quedar preso de la mirada edulcorada e idealizada que eligió para
narrar esta metáfora y, en su pretensión de alcanzar el pináculo
de la comedia, se olvidó de transitar el fértil terreno dramático
que le abría el universo de conflictos que él mismo se encargó de
enunciar.
Fernando
Ariel García
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