miércoles, 10 de noviembre de 2021

DIOS MÍO, ¿Y AHORA QUÉ HEMOS HECHO?: LOS UNOS SIN LOS OTROS

Dios mío, ¿y ahora qué hemos hecho? Director: Philippe de Chauveron. Protagonistas: Christian Clavier, Chantal Lauby, Ary Abittan, Medi Sadoun, Frédéric Chau, Noom Diawara, Frédérique Bel, Julia Piaton, Émilie Caen, Élodie Fontan, Pascal Nzonzi, Salimata Kamate, Tatiana Rojo, Claudia Tagbo, Hedi Bouchenafa, Loïc Legendre, Patson, Gilles Cohen, Philippe Beglia, Marie-Hélène Lentini, Michel Emsalem, Christelle Burger y Matthieu Burnel, entre otros. Guionistas: Philippe de Chauveron y Guy Laurent. Les Films du 24 / Les Films du Premier / TF1 Films Production. Francia, 2019. Estreno en la Argentina: 4 de noviembre de 2021.


No vi la primera película de la saga, Dios mío, ¿qué hemos hecho?, el gran suceso cómico del cine galo de 2014. Pero, la verdad sea dicha, al encarar la secuela uno enseguida entiende de qué va la cosa. Asentados en medio de la campiña francesa, los Verneuil son un acomodado matrimonio burgués, católico y apegado a la tradición gaullista más acérrima. A la fuerza, por lo que parece, tuvieron que superar sus prejuicios más conservadores, ya que sus cuatro hijas han contraído matrimonio con descendientes de inmigrantes, de diferentes etnias y distintas religiones. Una se casó con un musulmán, otra con un judío sefaradí, la tercera con un chino budista; y la última con un africano nacido en Costa de Marfil.


Cinco años después, con la familia viviendo en plena armonía e integración multicultural, Dios mío, ¿y ahora qué hemos hecho? (Qu'est-ce qu'on a encore fait au bon Dieu?) pone a los Verneuil frente a una nueva situación límite: Las cuatro hijas (y sus familias, obviamente) planean irse a vivir fuera de Francia. Los motivos (que no vienen al caso) son variados, pero podríamos decir que tienen que ver con la posibilidad de realizarse a nivel personal y de crecer en el ámbito profesional.


Con gags más simpáticos que graciosos, el film de Philippe de Chauveron seguirá los intentos del matrimonio para evitar la partida de hijas, yernos y nietos. El humor, utilizado como vehículo crítico para el abordaje de la naturaleza racista que sustenta la idea de superioridad francesa, aparece como elemento catártico del proceso de construcción de una nueva identidad de clase, en tiempos signados por los movimientos migratorios. Una resistencia cultural que la película sitúa específicamente en los personajes más veteranos de la familia ampliada, anclada en cerrados valores tradicionales, más por costumbre que por convicción.


Por supuesto, Francia será el lugar ideal para cerrar cualquier grieta generacional, incluida ahora la del matrimonio igualitario. El discurso del film busca revalidar la vigencia del lema oficial de la República: Liberté, égalité y fraternité para todos, sin importar credo, raza ni opción sexual. Un ideal que parece posible y probable en la clase más alta y privilegiada, que es aquella que el director retrata con cariño y comprensión. No gozan de esa suerte los refugiados y los descendientes de inmigrantes que forman parte de la clase trabajadora, enfrentados a constantes problemas de vivienda, empleo y acceso a la salud. De manera simbólica (¿sin habérselo propuesto?), Chauveron consiguió reflejar la brutal y obscena desigualdad que determina la estratificación social gala contemporánea: Los unos sin los otros. Pero eso, claro, no llama a la risa.
Fernando Ariel García

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