jueves, 31 de julio de 2025

CUANDO CAE EL OTOÑO: OBRA MAESTRA SOBRE LAS COSAS MÍNIMAS

Cuando cae el otoño. Director: François Ozon. Protagonistas: Hélène Vincent, Josiane Balasko, Ludivine Sagniere, Pierre Lottin, Garlan Erlos, Sophie Guillemin, Malik Zidi, Paul Beaurepaire, Sidiki Bakaba y Vincent Colombe. Guionistas: François Ozon, con la colaboración de Philippe Piazzo. Foz / 3 Sofica. Francia, 2014. Estreno en la Argentina: 31 de julio de 2025.


Bienvenidos a un modesto pueblo de la Borgoña francesa, a mitad de camino entre lo rural y lo urbano. La película no lo dice, porque en Francia ya lo deben saber, pero desde 1990 la zona parece haber entrado en un desequilibrio demográfico que favorece el estancamiento económico y la deserción programada de los habitantes más jóvenes. De ahí que las protagonistas sean mujeres de unos 80 años, con un pasar aceptable y madres de respectivos hijos que no parecen estar encontrando su lugar en el mundo; y mucho menos las posibilidades para desarrollarse plenamente y sentirse algo realizados y felices.


El otoño del título, por supuesto, no guarda relación directa con la estación del año asociada a la melancolía y la cosecha, aunque sí funciona como poética metáfora de ese estado de ánimo marchito, seco, triste y cercano al final, que se enseñorea sobre las cosas y las gentes. Y los secretos que se callan porque para la comunidad es historia vieja, pasada y perimida. Hasta que alguien vuelve a ponerlos sobre la mesa, como clara muestra de una miseria personal que prefiere ver la paja en el ojo ajeno.


Con este entorno, estos personajes y este clima, Cuando cae el otoño (Quand vient l'automne) expone la naturaleza de la percepción. Jugando con las apariencias, la película elige mantenerlas hasta después del final, para que el espectador termine de completar el rompecabezas que acaban de armar frente a sus ojos. Un policial que no es un policial a pesar de tener una muerte dudosa por esclarecer. Una alegoría religiosa que se desentiende del pecado para abrazar la tensión existente entre la culpa y el perdón. La glorificación de una ambigüedad que valida toda interpretación posible sobre los hechos que se narran, justamente por los detalles que elige omitir.


Con un trabajo medido y sobresaliente de las dos amigas principales, el film ensaya una oda para la humana necesidad de las segundas oportunidades. De manera cruda y sensible, devela la sinceridad y la hipocresía que se cuelan entre los pliegues de las relaciones personales, poniendo en tela de juicio el verdadero valor de los forzosos lazos sanguíneos y los elegidos vínculos vecinales. Sembrando la duda hasta en el corazón de la supuesta incondicionalidad del amor materno. Siguiendo la lógica del iceberg, Ozon mantiene el 90% del volumen dramático por fuera del campo narrativo. Y ese es el máximo capital de esta obra maestra sobre las cosas mínimas.
Fernando Ariel García

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