Cuando
cae el otoño. Director: François
Ozon. Protagonistas:
Hélène Vincent, Josiane Balasko, Ludivine Sagniere, Pierre Lottin,
Garlan Erlos, Sophie Guillemin, Malik Zidi, Paul Beaurepaire, Sidiki
Bakaba y Vincent Colombe. Guionistas: François Ozon, con la
colaboración de Philippe Piazzo. Foz / 3 Sofica. Francia, 2014.
Estreno en la Argentina: 31 de julio de 2025.
Bienvenidos
a un modesto pueblo de la Borgoña francesa, a mitad de camino entre
lo rural y lo urbano. La película no lo dice, porque en Francia ya
lo deben saber, pero desde 1990 la zona parece haber entrado en un
desequilibrio demográfico que favorece el estancamiento económico y
la deserción programada de los habitantes más jóvenes. De ahí que
las protagonistas sean mujeres de unos 80 años, con un pasar
aceptable y madres de respectivos hijos que no parecen estar
encontrando su lugar en el mundo; y mucho menos las posibilidades
para desarrollarse plenamente y sentirse algo realizados y felices.
El
otoño del título, por supuesto, no guarda relación directa con la
estación del año asociada a la melancolía y la cosecha, aunque sí
funciona como poética metáfora de ese estado de ánimo marchito,
seco, triste y cercano al final, que se enseñorea sobre las cosas y
las gentes. Y los secretos que se callan porque para la comunidad es
historia vieja, pasada y perimida. Hasta que alguien vuelve a
ponerlos sobre la mesa, como clara muestra de una miseria personal
que prefiere ver la paja en el ojo ajeno.
Con
este entorno, estos personajes y este clima, Cuando
cae el otoño (Quand vient l'automne)
expone la naturaleza de la percepción. Jugando con las apariencias,
la película elige mantenerlas hasta después del final, para que el
espectador termine de completar el rompecabezas que acaban de armar
frente a sus ojos. Un policial que no es un policial a pesar de tener
una muerte dudosa por esclarecer. Una alegoría religiosa que se
desentiende del pecado para abrazar la tensión existente entre la
culpa y el perdón. La glorificación de una ambigüedad que valida
toda interpretación posible sobre los hechos que se narran,
justamente por los detalles que elige omitir.
Con
un trabajo medido y sobresaliente de las dos amigas principales, el
film ensaya una oda para la humana necesidad de las segundas
oportunidades. De manera cruda y sensible, devela la sinceridad y la
hipocresía que se cuelan entre los pliegues de las relaciones
personales, poniendo en tela de juicio el verdadero valor de los
forzosos lazos sanguíneos y los elegidos vínculos vecinales.
Sembrando la duda hasta en el corazón de la supuesta
incondicionalidad
del amor materno. Siguiendo la lógica del iceberg, Ozon mantiene el
90% del volumen dramático por fuera del campo narrativo. Y ese es el
máximo capital de esta obra maestra sobre las cosas mínimas.
Fernando
Ariel García

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