viernes, 19 de marzo de 2021

LIGA DE LA JUSTICIA: AGUA Y ACEITE

Liga de la Justicia. Directores: Zack Snyder, Joss Whedon (no acreditado). Protagonistas: Ben Affleck (Bruce Wayne / Batman), Henry Cavill (Clark Kent / Superman), Gal Gadot (Diana Prince / Mujer Maravilla), Ezra Miller (Barry Allen / Flash); Jason Momoa (Arthur Curry / Aquaman), Ray Fisher (Victor Stone / Cyborg), Amy Adams (Lois Lane), Jeremy Irons (Alfred Pennyworth), Diane Lane (Martha Kent), Connie Nielsen (reina Hippolyta), J.K. Simmons (comisionado James Gordon), Ciarán Hinds (Steppenwolf), Amber Heard (Mera) y Joe Morton (Silas Stone). Participaciones especiales de Jesse Eisenberg (Lex Luthor), Joe Manganiello (Slade Wilson / Deathstroke) y Billy Crudup (Henry Allen, no acreditado). Guionistas: Chris Terrio y Joss Whedon, sobre una historia original de Chris Terrio y Zack Snyder, basados en personajes y situaciones de los cómics de DC. Productores: Christopher Nolan, Ben Affleck, Deborah Snyder, Geoff Johns. Warner Bros. Pictures / RatPac-Dune Entertainment / DC Films / Atlas Entertainment / Cruel and Unusual Films. EE.UU., 2017. Estreno en la Argentina: 16 de noviembre de 2017. Disponible en Netflix.


No me llevo con el cine de Zack Snyder. Todo bien con sus exquisitas elecciones estéticas, por más oscuras, asfixiantes y ralentadas que se muestren. Es su faraónica cosmovisión cinematográfica la que me parece declamativa, pomposa, pretenciosa, falsa, con ínfulas de un trascendente existencialismo que, en el fondo, se me hace la nada misma. Le reconozco el amor que pueda sentir por la materia historietística a la que vuelve una y otra vez (300, Watchmen, el Universo Cinematográfico de DC), pero cuando veo sus obras sólo veo la impotente puesta en escena de un ataque de rabia, furia y heroica superación de la derrota. No le creo nada. Es un problema mío, obvio, no de él.


Sin embargo, debo reconocer que tengo muchas ganas de ver su versión de Liga de la Justicia (Justice League), el film de 2017 del cual se alejó por razones personales más que justificadas; y que acaba de terminar para el servicio de streaming de HBO. Por eso, decidí sentarme primero frente a la versión original, terminada por Joss Whedon con un encargo puntual de los estudios Warner: Mantener la escala épica de la trama, pero alejándola todo lo posible del blindaje dramático que cargaba el Universo Cinematográfico de DC para acercarla al espíritu de ligera comicidad que el propio Whedon había ayudado a patentar como marca indeleble del Universo Cinematográfico de Marvel.


Ahí, me parece, se firmó la sentencia de muerte de la película. Los dos registros no encajan, no cuajan. De hecho, me animaría a decir que se rechazan, se expulsan, se contradicen mutuamente. En la superficie, la identidad corre de manera visual armoniosa y unívoca, pero en el fondo colisiona una y otra vez, dejando fuera de juego a los personajes y la sensación de credibilidad que buscan crear los actores.


El otro problema tiene que ver con el imperativo narrativo de quemar calorías a toda velocidad, para alcanzar el peso ideal y necesario para contar lo que se pretende contar. Lo que pasa es que el Universo Cinematográfico de Marvel llegó a los Avengers después de todo un periodo de instalación individual de personajes y subtramas; y el Universo Cinematográfico de DC prácticamente arranca con esta Liga de la Justicia. De ahí la necesidad de apurar las presentaciones de Flash, Aquaman y Cyborg, sus entornos y características, antes de pasar a la conformación de la Liga. Sin olvidar que, en el medio, tiene que resucitar al Hombre de Acero, que había palmado al final de Batman vs. Superman: El origen de la Justicia y que, además, pretende incorporar el mosaico al armado global de un universo ficticio mucho más amplio y extenso, capaz de albergar a un Linterna Verde que no pincha ni corta; y a un Darkseid del que se habla sin consecuencias.


Liga de la Justicia es un experimento fallido, que funciona por partes. Como el agua y el aceite, las perspectivas de Snyder y Whedon parecen emulsionarse cuando se mueven sin ton ni son. Pero en cuanto para el batido, las partes tienden a separarse inexorablemente. La película no se beneficia de esta situación, la sufre. Y con ella, los espectadores como yo.
Fernando Ariel García

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