Julia Nº48: L’uomo di Buenos Aires. Guion:
Giancarlo Berardi y Maurizio Mantero, en base a un argumento de Giancarlo
Berardi. Dibujos: Enio Leguizamón. Portada: Marco Soldi. 132 páginas en blanco y negro. Sergio Bonelli
Editore. Italia, septiembre de 2002.
Un día como hoy, hace 45 años, la Argentina
entraba en el momento más oscuro de su historia contemporánea. Con el golpe de
Estado encabezado por Videla, Massera y Agosti, se instalaron la tortura, el
asesinato y la desaparición de personas, junto con un proceso virulento de
desindustrialización y pauperización del país y sus habitantes. La historia de
este Hombre de Buenos Aires que contó una de las editoriales más importantes
del fumetto italiano, la Sergio Bonelli Editore, arranca esa misma noche en
Buenos Aires y culmina 25 años después, en la ficticia ciudad de Garden City, a
pocas horas de New York.
El argumento tejido por Giancarlo Berardi y
Maurizio Mantero se inscribe dentro del canon del policial de investigación, género
al que adscriben la serie Julia y su protagonista, la joven criminóloga Julia
Kendall. Y repite ciertas constantes temáticas en las que el cómic ha venido
apoyando su sustento dramático por años: Las consecuencias en el presente de
los hechos acaecidos en el pasado, juzgando el accionar particular de cada una de
las personas sin involucrar a su colectivo de pertenencia.
El leitmotiv de la historia es la falta de
Justicia para los delitos de lesa humanidad que se habían cometido en la
Argentina durante la dictadura. En un momento (2001), en que las leyes de Punto
Final y de Obediencia Debida todavía no habían sido anuladas; y los indultos
otorgados por el presidente Carlos Menem seguían siendo constitucionales. Aún
con el peso simbólico del histórico Juicio a las Juntas realizado por la
Justicia civil argentina en 1985, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, la
sensación que campeaba (dentro y fuera de nuestras fronteras) era la de una instalada
impunidad.
De ahí que la trama busque, deliberadamente, construir
la idea de un trágico destino borgeano para Daniel Ortega, hijo de
desaparecidos reconvertido en killer profesional que, vaya uno a saber cómo, logró
ubicar en los EE.UU. al militar genocida que asesinó a sus padres Y allí va, en
vuelo de Aerolíneas Argentinas, a matar al antiguo capitán Pedrazzi, oculto
tras su nueva identidad de probo profesor universitario gracias a la
intervención del FBI y la CIA. Es cierto que este clásico intercambio de roles
(momentáneo) entre víctima y victimario, ayuda a generar conciencia entre los
lectores europeos sobre el drama vivido por los hijos de desaparecidos, pero
ante los ojos argentinos no deja de leerse como otra innecesaria convalidación
de la teoría de los dos demonios.
Por suerte para todos, ahí están los dibujos
del argentino Enio Legizamón (1942-2011) y la intervención final de Julia, que
sirven para poner las cosas en su justo lugar. Con sensibilidad y crudeza,
exponen las violaciones a los derechos humanos que llevaron adelante los
militares, las razzias, los secuestros, los vuelos de la muerte. Y la imperiosa
necesidad, en ese entonces, de resolver tanto dolor apelando a tribunales
internacionales. Porque si algo deja en claro este notable Hombre de Buenos
Aires es que la venganza puede llegar a funcionar como pobre paliativo ante la
injusticia generalizada. Pero la única cura real sólo puede llegar bajo el
imperio de la Verdad, la Memoria y la Justicia.
Fernando Ariel García
a 45 años del Golpe de Estado del 24 de marzo
de 1976
Hola buenos dias. Como hago para acceder el sitioweb... No puedo entrar.
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