miércoles, 19 de julio de 2017

10 AÑOS SIN FONTANARROSA

Tuve el privilegio de que Fontanarrosa se cruzara tres veces en mi vida. La primera, como un nombre escrito en letras de molde, en el viejo libro a color de sus particulares versiones sobre los clásicos de la literatura universal. Todavía hoy, cuando me acuerdo del griego cantando "Sur, Partenón y después", la risa me surge espontánea e imparable desde el medio de la panza. Con ese Fontanarrosa aprendí a reír, pero no con la boca. Con el cuerpo. 

Rep, en Página 12 de hoy

La segunda vez fue a principios de los '90, cuando Javier Doeyo decidió editar Cóctel; y me pidió que lo acompañara a Rosario para convencer a Fontanarrosa de que nos permitiera incorporar las aventuras de Boogie el aceitoso a la revista. Esa tarde, en su ordenado estudio-hogar, aprendí de Fontanarrosa que se es grande siendo humilde. El tipo que comía asados con Les Luthiers, nos escuchaba a nosotros, dos perejiles. Y nos dedicaba toda la atención del mundo, mientras hacía esperar sobre su tablero el chiste que al día siguiente debía estar (y estuvo) en la contratapa de Clarín

Crist, en Clarín de hoy

Y la tercera vez fue en el recital que en 2006 Serrat dio en la calle Corrientes. Con las luces apagadas, poco antes de que subiera el telón y cuando todos estábamos acomodados en nuestras butacas, alguien entró al teatro guiando la silla de ruedas de Fontanarrosa hasta su ubicación en las primeras filas. Sólo recordar cómo fue la ovación que recibió al ser descubierto, me vuelve a poner la piel de gallina. "Olé, olé, olé, olé, Negro, Negro". Y el Negro, chiquito de cuerpo pero inmenso en estatura humana, me enseñó el significado de la Dignidad. No es lo mismo vivir que honrar la vida, escribió Eladia. Y ahí estaba Fontanarrosa, haciéndose cargo. Y encima, haciéndose cargo con humor. 
"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo -comentó una vez-. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro". 
Caguémonos de risa, entonces. 
Fernando Ariel García

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