lunes, 23 de julio de 2012

LA GRAN BATALLA DE OGADÉN: MANUAL DEL BUEN REVOLUCIONARIO

Antes y después de la Revolución.
Todo, en Cuba, puede ser leído así. Y no es para menos, ya que semejante mojón histórico dividió las aguas dentro y fuera de la isla. Amada y odiada por igual, la Revolución Cubana hizo de la producción de bienes culturales un campo de concientización político-social, propicio para la obra de arte con contenidos formadores y piezas propagandísticas puras, sin descuidar nada de lo que queda entremedio. La industria editorial (y, en su interior, las historietas) no escapó de esta lógica. Mucho menos con la llegada del llamado “período especial” de la década de los ‘90, esa larga crisis económica derivada del colapso de la Unión Soviética y el recrudecimiento del bloqueo estadounidense, que se tradujo (entre otras cosas) en una notable escasez de materias primas para la edición, en particular el papel.

Cuito Cuanavale

La idea de Revolución Permanente, tal vez, venga de allí, de la necesidad de sostener y reproducir una serie de valores intencionadamente cascoteados desde fuera y desde dentro. Apoyar y mantener la Revolución devino, entonces, una tarea militante aún más prioritaria, un compromiso ciudadano ineludible a la hora de enfrentar la gran batalla contra el Imperialismo, cercenando en el camino la posibilidad de permitirse echar una mirada crítica sobre tan determinante proceso histórico, mensurable en mayúsculos logros en las áreas sanitarias y educativas; y también en un importante recorte de las libertades individuales. De uno y otro lado, estuvieron a la orden del día la utilización política del progreso y la pobreza, de la construcción comunitaria, de la voluntad de los pueblos, de la dignidad humana.

Cuito Cuanavale

Dentro de estos parámetros, me parece, deben atenderse las lecturas de Cuito Cuanavale (2010) y La gran batalla de Ogadén (2011), obras de Luis Arturo Aguiar Palacios, dibujante, pintor, grabador e historietista influido por las premisas del arte pop, dueño de un estilo gráfico realista, con narrativa nerviosa aunque pictóricamente estática. Basadas en hechos reales de la historia bélica de la isla, las dos ponen el eje en la solidaridad internacional de las Fuerzas Armadas cubanas con los procesos descolonizadores y antiimperialistas del continente africano, en el contexto de la Guerra Fría. Específicamente, su participación en la batalla de Cuito Cuanavale (1987-1988), momento decisivo para la guerra civil entre Angola y Zaire (actual República Democrática del Congo), que culminaría con las independencias de Angola y Namibia y con el principio del fin para el apartheid sudafricano; y en la batalla de Ogadén (1977-1978), punto final para la invasión somalí a Etiopía.

La gran batalla de Ogadén

Ambas historietas, de manera bastante obvia, empardan los resultados bélicos con los resultados simbólicos del choque entre los modelos políticos-económicos-sociales defendidos por Cuba y los EE.UU., poniendo de relieve el abnegado compromiso responsable de la ciudadanía para con las prácticas revolucionarias, pasadas de una generación a otra con tanta devoción como admiración. Al cerrar las páginas, queda claro de qué lado están la Verdad, la Justicia y todas aquellas cualidades que uno pueda valorar positivamente. Y la imagen de un victorioso Fidel Castro, absuelto por la Historia, abrazado por su pueblo y elevado a la categoría de encarnación absoluta de la Revolución.

La gran batalla de Ogadén

No hay nada de malo en esta construcción ideológica. Después de todo, es lo mismo que vienen haciendo los norteamericanos desde hace siglos. Y el lector, siempre, tiene (o debería tener) la capacidad de decodificar estos mensajes para decidir qué hacer con ellos. Lo único que realmente me chocó de estas historietas cubanas es la (a mi entender) innecesaria reproducción de las lógicas discursivas estadounidenses a la hora de desandar los relatos. Un héroe de acción cubano no es lo mismo que un héroe de acción yankee, los valores simbólicos que encarnan y defienden tampoco son coincidentes; y ahí está Elpidio Valdés para demostrarlo. Los héroes de Cuito Cuanavale y La gran batalla de Ogadén están formateados bajo los modelos de Bruce Willis, Stallone y/o Schwarzenegger: Paternalistas, individualistas, todopoderosos, monolíticos, moral y físicamente superiores a cualquier contrincante que se le ponga enfrente. Aunque den su vida por la revolución, ya han sido colonizados mentalmente.
Utilizar las armas del enemigo es (o debería ser) otra cosa.
Fernando Ariel García


Cuito Cuanavale. Autor: Luis Arturo Aguiar Palacios. Portada: Luis Arturo Aguiar Palacios. 32 páginas en blanco y negro. Pablo de la Torriente. ISBN: 978-959-259-382-4. Cuba, 2010.


La gran batalla de Ogadén. Autor: Luis Arturo Aguiar Palacios. Portada: Luis Arturo Aguiar Palacios. 32 páginas en blanco y negro. Pablo de la Torriente. ISBN: 978-959-259-410-4. Cuba, 2011.

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