Homo
Argentum. Directores: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Protagonista:
Guillermo Francella. Con Eva De Dominici, Miguel
Granados, Graciela Stéfani, Bruno Rondini, Guillermo Arengo, Milo J,
Dalma Maradona, Juan Luppi, Vanesa González, Gastón Soffritti, Clara Kovacic, Aurora Quattrocchi, Tony Sperandeo, Giulia Brancato e Ignacio González Prieto, entre otros.
Guionistas: Andrés Duprat, Gastón Duprat, Mariano Cohn.
Co-guionista: Horacio Convertini. Con el aporte creativo de Leonardo
D’Espósito, Juan José Becerra y Mario Mactas. Pampa Films /
Gloriamundi Producciones / Dea Film / Rhino Film / Blue Film.
Argentina, 2025. Estreno en la Argentina: 14 de agosto de 2025.
Un
Ministro de Economía que le pide a la población que saque los
dólares del colchón e invierta en el país, pero mantiene sus
abultadísimos ahorros en un paraíso fiscal del extranjero. Una
Vicepresidenta que pide cárcel para los militantes guerrilleros que
mataron militares, pero propone la liberación de los militares que
secuestraron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a los
militantes guerrilleros, además de apropiarse de sus hijos y
robarles sus patrimonios. Un Presidente que condena con contundencia
la corrupción ajena, pero favorece y protege la propia. Un Gobierno
que celebra el éxito de una película con subsidio estatal por no
tener subsidio estatal.
Todas
historias de ficción que no están en Homo Argentum, pero (me
parece) se emparentan bastante con el catálogo de pequeñas miserias
y grandes hijaputeces que el film de Mariano Cohn y Gastón Duprat
pone en escena. Ese gen argentino que, de acuerdo con las palabras
del presidente Javier Milei, “deja en evidencia muchos de los
aspectos de la oscura e hipócrita agenda de los progres caviar
(woke)”. Y, agrego yo, de los libertarios con falso discurso y
doble moral.
En
realidad, entrarle al actual gran suceso del cine argentino desde los
pliegues de la grieta progresismo / mileismo, como lo acabo de hacer,
es un error. La película protagonizada por Guillermo Francella no es
ni oficialista ni opositora, aunque sí es política. Apelando al
lenguaje de la comedia italiana de los ‘60 y a los toques
autóctonos del grotesco criollo, construye una serie de
representaciones simbólicas en 16 microrelatos que trabajan las
dicotomías y contradicciones de la naturaleza humana. Universales y
locales. Que puedan ser leídas y criticadas por izquierda y por
derecha, al final, confirma que las hilachas que muestra tienen
bastante asidero real.
Desde mi punto de vista, la
cuestión con esas hilachas es que son tremendamente
prejuiciosas, banalmente superficiales y narrativamente predecibles.
De entrada, dejan fuera del menú cualquier atisbo de mirada federal,
elevando al porteño promedio hasta el rango de argentino
quintaesencial (pecado típico de los habitantes de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, por otra parte), básicamente individualista, ventajero y
garca. Muy poco (casi nada) se muestra de las otras facetas que
también constituyen nuestra identidad: La solidaridad, la
hospitalidad, la amistad, la empatía, el sentido de pertenencia y la
diversidad cultural, por poner un par de ejemplos.
Dejando
en claro que, para mí, el problema está en el recorte de la realidad
elegido a la hora de armar el sumario (es cierto que tantos pnt restan más de lo que suman), lo de Francella está muy
cerca de la genialidad. Los primerísimos primeros planos de su
rostro cuentan, sin necesidad de palabra alguna, el abanico de
emociones que caben en el alma humana. Componer 16 personajes
distintos es una tarea titánica; que el actor sobrelleva con
holgura, más allá de los agregados prostéticos y aun cayendo en la
tentación de interpretar al Francella personaje en un par de
ocasiones.
Por
fuera de toda bienvenida discusión, lo mejor de Homo Argentum es que
está llevando muchísima gente a los cines para ver cine argentino.
Algo imprescindible si queremos empezar a desarrollar una industria de
verdad. Que pueda producir y exhibir largometrajes de ficción para
un millón de espectadores, en múltiples salas a lo largo y ancho del
país; y documentales para cuatro gatos locos, mechados en horarios
intermitentes en la pantalla grande del Gaumont.
Fernando
Ariel García

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