Argentina, 1985. Director: Santiago
Mitre. Protagonistas: Ricardo Darín (Julio Strassera), Peter Lanzani (Luis
Moreno Ocampo), Alejandra Flechner (Silvia Strassera), Gina Mastronicola (Verónica
Strassera), Santiago Armas Estevarena (Javier Strassera), Norman Briski (Ruso),
Laura Paredes (Adriana Calvo), Susana Pampín (Magda), Claudio da Passano (Somi),
Héctor Díaz (Basile), Gabriel Fernández (Bruzzo); Carlos Portaluppi, Alejo
García Pintos, Mariano Speratti, Pablo Caramelo, Pablo Moseinco y Walter Jakob (jueces);
Almudena González (Judith König), Antonia Bengoechea (María Eugenia), Félix
Santamaría (Maco Somigliana), Santiago Rovito (Eduardo), Manuel Caponi (Lucas
Palacios), Leyla Bechara (Isabel), Brian Sichel (Federico Corrales), Paula
Ransenberg (Susana), Guillermo Jacubowicz (Hormiga), Marcelo Pozzi (Jorge
Rafael Videla), Joselo Bella (Emilio Eduardo Massera), Jorge Gregorio (Orlando
Ramón Agosti), Sergio Sánchez (Jorge Isaac Anaya), Marcelo López (Basilio Lami Dozo),
Jorge Luis Couto (Omar Graffigna), Carlos Ihler (Leopoldo Fortunato Galtieri),
Héctor Balcone (Roberto Eduardo Viola), Jorge Varas (Armando Lambruschini), Nacho
Miguens (Ítalo Argentino Luder), Fernando Contigiani (Pablo Díaz), Pepe Arias
(Bernardo Neustadt), Adrián Mampel (voz de Raúl Alfonsín). Locución: Ariel
Tarico. Guionistas: Santiago Mitre y Mariano Llinás, con la colaboración de
Martín Mauregui. Basado en hechos reales. Investigación: Martín Rodríguez y Federico
Scigliano. Productores: Axel Kuschevatzky, Federico Posternak, Agustina Llambí
Campbell, Ricardo Darín, Santiago Mitre, Santiago Carabante, Chino Darín,
Victoria Alonso. Amazon Studios / La unión de los ríos / Kenya Films / Infinity
Hill. Argentina, 2022. Estreno en la Argentina: 29 de septiembre de 2022.
Disponible en Amazon Prime Video desde el 21 de octubre de 2022.
Nací en el ’65, con Kennedy muerto y enterrado.
Y cumplí 20 años en medio de los ardientes días de abril a diciembre de 1985,
cuando en la Argentina se llevó a cabo el histórico Juicio a las Juntas.
Histórico, entre otras cosas, por ser la primera vez, en la historia de la
humanidad, que la Justicia civil sentaba en el banquillo de los acusados a los
máximos responsables de una dictadura militar, cuando todavía tenían poder y
poder de fuego. Por ponerle el cuerpo a esa iniciativa, el mandato más
importante que encargaba el pueblo argentino a la recuperada democracia, el
radical Raúl Alfonsín había ganado las elecciones de 1983. Y por comprometerse
a convalidar la Ley de Autoamnistía dictada por la Dictadura, el candidato peronista
Ítalo Argentino Luder las había perdido.
Tengo emociones y sensaciones muy vívidas del
Mundial ’78, de la Guerra de Malvinas y del proceso de apertura democrática que
se abrió después de 1982, aunque mis recuerdos de la última dictadura están
conformados, en su mayoría, por lecturas y relecturas, historias y comentarios
a los que fui accediendo con el tiempo. Pero me acuerdo muy bien de los meses
del Juicio, de los nervios y la excitación; del compromiso cívico, el coraje de
las Madres y las Abuelas, el trabajo a destajo de la Conadep; la decisión de un
país y la inestabilidad de un Gobierno que asomaba la cabeza de la Libertad en
un tablero continental dominado por dictaduras genocidas. El miedo de que todo
se fuera, otra vez, a la mierda. La esperanza puesta en ese cuerpo
de fiscales y jueces, capaces de encarnar el trascendental momento histórico
que nos tocaba protagonizar.
Lo más impresionante de una película tan
impresionante como Argentina, 1985, al menos para mí, es la capacidad para
captar la complejidad de ese vertiginoso entramado y reconvertirlo en sensible
material cinematográfico. Sin caer en golpes bajos, escapándole a la retórica
militante y a la distancia documentalista, la película de Santiago Mitre va enhebrando
el drama histórico con el registro cotidiano e intimista, el thriller policial con
el cine de juicios, la comedia de enredos con el retrato costumbrista. Contando
con actuaciones excepcionales y una admirable reconstrucción de época, dosifica
la emoción para que podamos estallar en ese desahogo final tan silencioso como
estentóreo.
Tuve la suerte de ver la película en cine,
sentado al lado de mi esposa y nuestra hija de 14 años, que llegó a la butaca
atraída por la presencia de Peter Lanzani y salió de la sala preguntando cómo
podía haber pasado aquello que pasó en la Argentina. Y agradezco la posibilidad
de haber transitado esta experiencia de la misma manera en que transitamos esos
ardientes días de 1985. Llorando, riendo, gritando,
aplaudiendo. Acompañado y contenido, acompañando y conteniendo. Reconociéndome
en el otro y siendo reconocido por el otro. En comunidad con mis pares. Celebrando
de la única manera válida, como partes indisolubles de un colectivo capaz de
construir futuro desde algunos acuerdos básicos, sin renunciar a las
diferencias que nos enriquecen. Como personas y como país.
Fernando Ariel García
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