lunes, 8 de agosto de 2022

DEPREDADOR – LA PRESA: MÁS DE LO MISMO, PERO MEJOR

Depredador: La presa. Director: Dan Trachtenberg. Protagonistas: Amber Midthunder, Dakota Beavers, Dane DiLiegro, Michelle Thrush, Stormee Kipp, Julian Black Antelope y Bennett Taylor entre otros. Guionista: Patrick Aison, sobre una historia de Patrick Aison y Dan Trachtenberg. Basado en personajes y situaciones creadas por Jim Thomas y John Thomas para el film Depredador (1987). 20th Century Studios / Davis Entertainment / Lawrence Gordon Productions. EE.UU., 2022. Estreno en la Argentina: Disponible en Star+ desde el 5 de agosto de 2022.


Aunque al Depredador lo vistan de seda, Depredador se queda. Al menos, es lo que yo siento frente a una de las franquicias fantacientíficas más populares y exitosas nacidas en Hollywood. Más allá del sazón que le pongan, de los accesorios que le agreguen, todas las películas de la saga se me hicieron iguales, esquemáticas hasta la médula que el cazador alienígena suele exhibir cada vez que mata a su víctima.


Depredador: La presa (Prey) no le escapa a la norma. De hecho, se prende a ella como una garrapata, volviendo al escenario selvático, agreste y violento de la primera película. Y al igual que Schwarzenegger en esa ocasión, la guerrera Naru (Amber Midthunder) deberá emprender ahora su propia aventura. Extenuante desde lo físico, apremiante desde lo intelectual. Porque para que el cuerpo logre sobrevivir a los embates del inmisericorde alienígena, su cerebro deberá leer adecuadamente las características del oponente; y diseñar la estrategia ideal para salir victoriosa. Mientras libra, al mismo tiempo, otra batalla contra los prejuicios machistas de su propia gente, que no conciben que una mujer pueda ser una gran guerrera.


Especie de precuela con intenciones de reinicio de saga, La presa encuentra en Dan Trachtenberg al director ideal para solventar la empresa. Va al grano, no repite aquello que la platea ya sabe y subraya las características identitarias de la serie: El juego del gato y el ratón entre el Depredador y los habitantes del espacio terrestre que viene a utilizar como coto de caza: El corazón de la nación comanche, a principios de 1700. Por eso, se habla poco y se pelea mucho, se mata y se muere entre espasmos de adrenalina y un ritmo nervioso y cambiante. Precavido y lento cuando tiene que serlo, rápido y furioso cuando corresponde.


Nada nuevo bajo el sol, sólo que esta vez el entorno comanche viene expuesto como dato central, no como elemento de color nacido (sólo) por la necesidad de ser políticamente correctos. Aunque la cuestión de género parezca dialogar más con la coyuntura actual que con el presente histórico donde se desarrolla la trama. Desde lo simbólico (también desde lo concreto), que el 80 por ciento de los involucrados en la realización de la película, delante y detrás de cámara, pertenezcan al pueblo comanche, le agrega verdad al resultado final. Que (al menos en los EE.UU.) se exhiba en copias dobladas y subtituladas en comanche, termina de redondear un hecho histórico para las comunidades indígenas norteamericanas.


Con estas bases, La presa capitaliza la belleza inherente a la cosmogonía comanche. Sabe apoyarse en su cultura, en la tipología de sus relaciones, en el peso de sus creencias y mitos, a la hora de construir una aventura típica del Depredador, resignificando cada eslabón del relato mientras los va encadenando. Más de lo mismo, pero mejor.
Fernando Ariel García

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