Dampyr Nº 67: Danza con la morte. Guion: Mario
Faggella. Dibujos: Fabrizio Russo. Portada: Enea Riboldi. Director: Mauro
Boselli. 100 páginas. Sergio Bonelli Editore. Italia, octubre de 2005.
Si no me equivoco, de todas las editoriales
extranjeras, la italiana Sergio Bonelli es la que más espacio le ha dedicado, en
sus ficciones, a la última dictadura argentina. Enfocando, principalmente, el
tema de los desaparecidos como característica principal del plan de exterminio
humano, desindustrialización y empobrecimiento continuo del país. Aquí mismo,
el año pasado, hablé de L’Uomo di Buenos Aires, episodio de la serie Julia que
abordaba la búsqueda de Justicia que llevaban adelante los sobrevivientes y
familiares de desaparecidos.
Esa misma demanda, que aquella Julia elaboraba
desde el policial, este Dampyr la retoma desde el género fantástico. Para quien
no esté al tanto, el dampyr del título responde al nombre de Harlan Draka,
cazador de vampiros que recorre el mundo eliminando cuantos no-muertos pueda. Y
en esta ocasión, el vampiro que asola las calles de Madrid es un argentino que
estuvo secuestrado en La Cacha, centro clandestino de detención que funcionaba
en la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.
En pleno Proceso, a Arturo Solanas le tocó ser
torturado hasta casi morir. En ese momento, fue mordido por un vampiro que
trabajaba para las Fuerzas Armadas argentinas. Y ya convertido en vampiro, se
vio obligado a transmutarse él mismo en torturador y cómplice de la Dictadura.
Hasta que se rebeló y, por ello, fue desaparecido en uno de los tantos vuelos
de la muerte que despegaron de la ESMA. Como era un no-muerto, no murió. Y tres
décadas después, atosigado por los fantasmas sin reposo, sin cuerpo y sin tumba
que le siguen los pasos, decide cargarse a los militares genocidas que lo
transformaron, reconvertidos ahora en diplomáticos cómodamente asentados en
España.
A este cuentito de terror, los autores saben
vestirlo con ropajes de reconocida argentinidad. Primero y principal, el tango:
Aparecen Gardel y Piazzolla, hay referencias al Caferata de Pascual Contursi y
a la Malena de Homero Manzi; y se canta Buenos Aires conoce, de Rubén Garello y
Raúl Garello. Después, la Dictadura: Se condena todo el aparato represivo del
Estado militar y la guerra de Malvinas, se revaloriza el Nunca más y se repudia
la teoría de los dos demonios. Y por último, se generan referencias emotivas a
San Martín, Mercedes Sosa, el Che Guevara; y hasta suena Ellas danzan solas, de
Sting.
Todo funciona como una acertada metáfora de la
lucha por Memoria, Verdad y Justicia llevada adelante por Madres y Abuelas de
Plaza de Mayo, junto con otros organismos de derechos humanos. Pero lo más
interesante de este Dampyr es que, en este marco, elige contar la historia de
una nieta recuperada. De manera rápida y muy simplista, es cierto, pero el
derecho a la identidad no es un tópico abordado frecuentemente por el noveno arte, por
lo cual me parece válido y necesario recuperarlo en este día. Sobre todo porque
el guionista Mario Faggella (1964-2006), consustanciado como pocos con las
luchas políticas latinoamericanas de los años ’70, tomó como puntapié de la
aventura la historia real de la familia Bettanin, masacrada por el terrorismo
de Estado en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
Estudio sobre los traumas que generan el exilio
y el olvido, Danza con la morte es el episodio que dispara el periplo
sudamericano de Dampyr, que lo traerá a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al
desierto de Atacama, en una lucha sin cuartel contra el Amo de la Noche, el
Cóndor. Obvia alusión al Plan Cóndor, operativo conjunto y clandestino con el
que las dictaduras de la Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia,
con el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos, persiguieron y asesinaron a
miles de militantes de izquierda. Pero esa es una historia (y una historieta)
de la que hablaremos en otro momento.
Fernando
Ariel García
a 46 años del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976
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