Viejos. Director: M. Night Shyamalan. Protagonistas:
Gael García Bernal, Vicky Krieps, Rufus Sewell, Alex Wolff, Emun Elliott, Thomasin
McKenzie, Embeth Davidtz, Abbey Lee, Nikki Amuka-Bird, Ken Leung, Eliza
Scanlen, Aaron Pierre, Kathleen Chalfant, Gustaf Hammarsten, Francesca Eastwood
y Matthew Shear, entre otros. Participación especial de M. Night Shyamalan. Guion:
M. Night Shyamalan, basado en la novela gráfica Château de sable (2010), de Pierre
Oscar Lévy (guion) y Frederik Peeters (dibujos). Perfect World Pictures / Blinding
Edge Pictures. EE.UU., 2021. Estreno en la Argentina: 29 de julio de 2021.
Una oferta tentadora para un resort
exclusivo. La oportunidad justa para relajarse en familia, mientras intentan
resolver los problemas que afectan a la pareja y que, por razones obvias,
ocultan a los ojos y oídos de sus pequeños hijos. Un lugar realmente
paradisíaco, con una playa secreta, rodeada de peñascos, vista privilegiada y
aguas cristalinas y tentadoras. Una jornada de ensueño que terminará convertida
en un descenso a los infiernos. El propio, los ajenos y los inesperados.
A partir de la novela gráfica suiza Château
de sable (de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters), M. Night Shyamalan retoma
algunas de sus obsesiones recurrentes, en particular la intromisión de lo
extraordinario sobre lo cotidiano, prestando atención a las consecuencias que
lo desconocido acarrea para la gente común. El entorno reconvertido en prisión
inexpugnable, además, termina generando la aparición de grandezas y miserias en
las personas menos esperadas, así como el enfrentamiento con el dolor, la
pérdida y los efectos del paso del tiempo sobre los cuerpos y las mentes. Sobre
todo porque, por razones que no sabemos si se van a conocer, esa playa hace que
las personas envejezcan años en horas.
Lo mejor de Viejos (Old) está en la narración
cinematográfica. Shyamalan sabe cómo instalar la incomodidad en el espectador,
con escenas de una trivialidad pasmosa en dónde no pasa nada y la procesión va
por dentro. Hay una cierta poesía en el tratamiento de las imágenes, en la
escalada de los tiempos. La película entra por los ojos pero, cuando tiene que
convencer al intelecto, el peso de las acumulaciones hace que la credibilidad
arduamente conseguida se desplome a pedazos.
El problema del film está en la banalización
brutal de las cuestiones que decididamente aborda. La aceptación de la vejez en
una era que impone el valor hegemónico de la juventud, la comprensión de la
finitud de la vida, la angustia que provoca la incerteza sobre el porvenir, le
inevitable tensión entre lo importante y lo urgente, la relación humana con la
enfermedad, el despertar sexual adolescente, el tránsito de cualquier crisis
existencial.
Como en la historieta original, Viejos se
preocupa (y ocupa) del desarrollo psicológico de los personajes abrumados, por
la naturaleza de la situación y la seguidilla de preguntas trascendentales que
se ven obligados a realizarse. Pero existe una gran, enorme diferencia entre la
novela gráfica y la película, que dispara el dominó de yerros que marca la obra
de Shyamalan. Allí donde Château de sable abría el juego metafísico a la libre
interpretación del lector, Viejos pretende exponer las coordenadas científicas
que expliquen los acontecimientos. Donde Lévy y Peeters sembraron preguntas
filosóficas, Shyamalan plantó respuestas de índole fantástico y conspirativo. ¿El
resultado? Una seguidilla de golpes de efecto, de vueltas de tuerca que
traicionan la intención de la materia prima. No será esta una película que
envejezca dignamente.
Fernando Ariel García
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