X-Men Gold. Guiones: Chris Claremont, Stan Lee, Louise Simonson, Roy Thomas, Len Wein, Fabian Nicieza. Dibujos: Bob McLeod, Walter Simonson, Pat Olliffe, Jorge Molina, Salvador Larroca. Tintas: Bob McLeod, Bob Wiacek, Chris Sotomayor, Jorge Molina, Salvador Larroca. Color: Israel Silva, Andres Mossa, Chris Sotomayor, Jorge Molina, Salvador Larroca. Portadas: Olivier Coipel (regular), John Cassaday (alternativa). Editor: Nick Lowe. 64 páginas a todo color. Marvel Comics. ISSN: 7-59606-07984-1. EE.UU., enero de 2014.
A esta altura ya no es nada novedoso. Ni llama la atención ni sorprende. Cada número redondo, cada nuevo lustro o década cumplida, la industria del cómic norteamericano lo festeja con arcos argumentales específicos (Thor, el Hombre-Araña) o con números especiales (Batman, Superman, Mujer Maravilla). Los X-Men, una de las principales locomotoras del mercado, eligió apagar sus primeras cincuenta velitas haciendo las dos cosas. Dejemos afuera la saga Battle of the Atom y vayamos directamente a este X-Men Gold, ejemplar realmente fuera de serie por el calibre de algunas figuras involucradas: Stan Lee (ideólogo fundador de Marvel y co-creador del equipo original de mutantes), Roy Thomas (segundo guionista de los X-Men y pilar del desarrollo marvelita en los ’70), Len Wein (creador de Wolverine y responsable del relanzamiento del grupo en el pivotal Giant Size X-Men de 1975) y Chris Claremont (principal factótum de la trascendencia de la que hoy gozan los personajes); además de Louise y Walter Simonson, Bob McLeod y Salvador Larroca (en ese orden, creadores de desprendimientos colaterales de importancia estrictamente historietística, como X-Factor, The New Mutants y X-Treme X-Men).
Chris Claremont y Bob McLeod tienen a su cargo el relato principal de la antología
Las cinco historias que componen el especial cubren desde la pequeña cotidianeidad de los héroes hasta la máxima trascendencia universal de su misión, sin hacer distingos entre el metódico entrenamiento regular y la sempiterna lucha contra los Sentinelas (listos para debutar en la pantalla grande con X-Men: Días del futuro pasado, dicho sea de paso). Abordando, en el camino, los tópicos básicos y primarios que dotaron de identidad a la serie durante estos cincuenta años: Las diferencias y similitudes entre mutantes y entre mutantes y humanos, el sueño de la igualdad y el precio a pagar por la concreción de ese sueño, la afirmación de la existencia mediante el pasaje por el sufrimiento autoinflingido como pasaporte a la nobleza martirológica; la angustia introspectiva de los personajes, ensamblada dentro de una dinámica más familiar que de equipo. La supervivencia.
Stan Lee, Louise Simonson y Walter Simonson abordan la etapa clásica de la serie, la menos exitosa de todas
Apoyándose en discursos de claro corte antidiscriminatorio, todo en los X-Men termina relacionado con posicionamientos éticos centrados en la acción individual y/o colectiva frente a la persecución y estigmatización de las llamadas minorías. Metáforas redondas de la adolescencia, las aventuras terminan escenificando la dificultad existencial de adaptarse al mundo en que nos toca vivir, sellando las pases con las características que nos hacen ser lo que somos.
Len Wein y Jorge Molina hacen foco en Wolverine; y logran interesar a los lectores con recursos introspectivos de efectivo impacto emocional
El problema, obviamente, no surge con las ideas defendidas por los X-Men en general y por este número en particular; sino por la forma en que son expuestas narrativamente. En mayor o menor medida, cada uno de los relatos viene a llenar un pequeño (y, a veces, realmente irrelevante) intersticio no relatado con anterioridad, entre los momentos fundantes de la larga saga. Están fuertemente anclados en la continuidad, aunque no dependan de la misma para su cabal comprensión. Nada extraño, por otra parte, teniendo en cuenta que la autoreferencia forma parte del adn comunicacional que consagró a los X-Men como uno de los títulos más importantes de la industria (primero) y una de las licencias más lucrativas del mercado (después).
Fabian Nicieza y Salvador Larroca recrean el fin noventista de la utopía
Pero una cosa es el material clásico y otra el moderno que sabe jugar con lo retro. Y X-Men Gold no es ni lo uno ni lo otro. A mitad de camino, no dialoga con la historia que vuelve a abordar, sino que la remeda. Y el resultado es una serie de historietas que no desentonan con las realizadas entre los ’70 y los ’90, pero que se muestran perimidas bajo los cánones actuales. Al estar realizadas en 2013 nacieron viejas, no llaman la atención, no sorprenden. Ancladas en el pasado, se quedan quietas en un tiempo muerto que ya pasó. Resultan incapaces de adaptarse a las nuevas épocas, de distinguir que aquello que supo ser original y revolucionario, ya no lo es. Llama la atención que los mutantes más famosos del mundo no asuman que las cosas cambian, toman nuevas formas, nuevos lenguajes. En una palabra, mutan.
Fernando Ariel García
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