Ant-Man and The Wasp: Quantumania. Director:
Peyton Reed. Protagonistas: Paul Rudd (Scott Lang / Ant-Man), Evangeline Lilly
(Hope Van Dyne / Wasp), Jonathan Majors (Kang / Immortus / Rama-Tut / Victor
Timely), Michael Douglas (Dr. Hank Pym / Ant-Man), Michelle Pfeiffer (Janet Van
Dyne / Wasp), Kathryn Newton (Cassie Lang), Corey Stoll (Darren Cross /
M.O.D.O.K.), Katy O’Brian (Jentorra) y David Dastmalchian (Veb), entre otros.
Participación especial de Bill Murray (Lord Krylar), Randall Park (Jimmy Woo),
Tom Hiddleston (Loki) y Owen Wilson (Mobius M. Mobius). Guionista: Jeff
Loveness. Basado en personajes y situaciones creados por Stan Lee, Jack Kirby,
Ernie Hart, David Michelinie, Bob Layton, John Byrne, Tom DeFalco, Ron Frenz,
Peter Sanderson, Rich Yanizeski, Scott Reid, Miguel Munera, Al Feldstein, Joe
Maneely, Walter Simonson y Larry Lieber, entre otros, para los cómics Marvel. Marvel
Studios. EE.UU., 2023. Estreno en la Argentina: 16 de febrero de 2023.
Hay producciones Marvel que me hacen
replantear (muy seriamente) mi autoimpuesto deber de ponerme al día con el
Universo Cinematográfico de Marvel. Y claramente, Ant-Man and The Wasp:
Quantumania es una de ellas. Aburrida y larguísima, la presentación formal de
Kang como próximo Thanos multiversal es, a mi modo de ver, todo aquello que no
debería haber sido. Y la responsabilidad no parece ser de Jonathan Majors, que
compone un Amo del Tiempo habitado por contradicciones e interesantes zonas
grises, reconvertido aquí en el salvaje y sanguinario genocida que le impone la
trama.
Apelando a un despliegue visual abrumador,
hipercolorido y psicodélico, el film elige entrar por los ojos y hace gala de
efectos visuales tan grandilocuentes como desangelados. La exploración del
universo cuántico no ahorra excesos de ninguna naturaleza, pero termina
reducido a una versión extendida de la escena de la taberna de Star Wars, llena
de alienígenas multiformes e incapaces de generar expectativa, suspenso, miedo,
adrenalina, risa y, mucho menos, cualquier nivel de empatía. Están ahí para
llenar la pantalla con mucho movimiento y demasiado ruido. Y se nota.
Lo que manda es la cantidad. Como un acto de
prepotencia económico-tecnológica, la película busca abarcarlo todo y, en consecuencia,
termina apretando muy poco. No hay una vuelta de tuerca original, no se cae
ninguna idea nueva o, al menos, interesante. No es más que un montón de nada,
como cantaría el gran Adrián Otero. Si hasta se da el lujo de malgastar a un
personaje como M.O.D.O.K. y a un actor como Bill Murray. Es difícil de creer en
una aventura que pretende desandar la épica a través del humor, pero Marvel
logró que comediantes reconocidos como Paul Rudd y Murray aparezcan opacos,
deslucidos y (lo peor de todo) sin gracia.
Abrazando el costado space-opera de la ciencia-ficción,
la tercera entrega de la saga de Ant-Man pareciera querer competir con la
trilogía de los Guardianes de la Galaxia by James Gunn. Si hasta incluso
desarrolla la idea de familia himenóptera entre hormigas y avispas, otorgándole
mayor protagonismo a los primeros Ant-Man y Wasp (Michael Douglas y Michelle
Pfeiffer) y promoviendo a la tercera generación superheroica (Kathryn Newton),
dejándola a las puertas de los Young Avengers. En lo único que no falla es en
su autopercepción de cine colonizador de masas. Como corresponde a un
conquistador de la estirpe de Kang, vende espejitos de colores como si fuera
oro. Por suerte, la escena post-créditos nos hace babear con la segunda
temporada de Loki. Esa parece ir en serio.
Fernando Ariel García