El
conformista.
Director: Bernardo
Bertolucci.
Protagonistas:
Jean-Louis
Trintignant, Stefania Sandrelli, Gastone Moschin, Dominique Sanda,
Enzo Tarascio y Pierre Clémenti, entre otros.
Guionista:
Bernardo
Bertolucci.
Basado en la
novela homónima de Alberto Moravia, publicada en 1951.
Fotografía:
Vittorio Storaro. Montaje:
Franco
Arcalli.
Italia
/ Francia / Alemania (en ese entonces, Alemania Occidental o
República Federal de Alemania),
1970.
Estreno
en la Argentina (copia remasterizada en 4K): 28 de septiembre de
2023.
Comportamiento
normal, apariencia normal, trabajo normal, casa normal, matrimonio
normal, familia normal, amigos normales, sentimientos normales,
pensamientos normales. En resumen, la vida normal de un hombre
normal. Pero, ¿qué es, exactamente, una vida normal? ¿Y qué
implica, en detalle, ser un hombre normal? A Marcello Clerici,
protagonista de El conformista (Il conformista), su percepción
ultramontana de la normalidad lo lleva a ser un hombre gris,
reprimido
y anodino,
solitario
y silencioso, resignado
a transcurrir siguiendo el vaivén de las olas sociales en boga. Un
hombre invisible, capacitado
para responder a los liderazgos pero incapaz de elegir por cuenta
propia. Un nadie, subsumido
en los mandatos políticos de las mayorías.
En
la Italia de los años ‘30, eso implica que Marcello (un hierático
y enorme Jean-Lois Trintignant) se exhiba como un fascista de fuste,
orgulloso mussoliniano de la primera hora. Una máscara que nunca
deseó y nunca buscó, que no siente como propia aunque la abrace con
devoción y compromiso militante. Hay un trauma infantil que podría
haber despertado ese deseo de perderse
entre las multitudes,
pero que de ninguna manera justifica la dedicación con que ha venido
construyendo esta identidad desdibujada e impertérrita, líquida e
inconsistente, que obtura su opción por el disfrute.
Cuando
arranca este film basado en la homónima novela de Alberto Moravia,
Marcello está en París para cumplir con dos obligaciones: su luna
de miel y la misión que le ha encomendado la Policía Secreta de
Mussolini, de la cual forma parte. Debe asesinar a su viejo mentor,
un profesor de Filosofía y activista antifascista que el régimen
quiere muerto. Desde ese primer minuto, mediante una serie de saltos
temporales que van armando el rompecabezas interno de Marcello, el
director Bernardo Bertolucci y el montajista Franco
Arcalli
componen un estudio
psicológico (vestido de thriller) sobre la anomia individual y la
alienación colectiva, la repetición acrítica de comportamientos
ajenos, los
peligros de la deshumanización intelectual de una persona.
Nada
de este engranaje habría sido posible sin la fotografía de Vittorio
Storaro. Su paleta de colores, sus encuadres y movimientos de cámara,
maridan de manera sensible y orgánica con la estética que
privilegia Bertolucci, arquitectura
deslumbrante que combina la carga simbólica del
expresionismo alemán y la
grandilocuencia épica del arte fascista. Todo puesto al servicio de
un diálogo platónico sobre la naturaleza ética
del
liderazgo mesiánico y su capacidad de contagio sobre las masas
anonimizadas. Sobre
todo cuando, en pos de la “normalidad”, la
“gente de bien” termina
empoderando y validando el ascenso de políticas violentas y
antipopulares. Historia antigua, pero con un sabor contemporáneo que
mete miedo.
Fernando
Ariel García
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