Los
locos Addams 2. Directores: Greg Tiernan, Conrad Vernon. Voces (en
inglés): Oscar Isaac (Homero Addams), Charlize Theron (Morticia
Addams), Chloë
Grace Moretz (Merlina Addams), Nick Kroll (Tío Lucas), Javon Walton
(Pericles Addams), Bette Midler (Abuela Addams), Conrad Vernon
(Largo), Snoop Dogg (Tío Cosa) y Bill Hader (Cyrus Strange), entre
otros. Voces (en castellano): Pisano (Homero Addams), Susana Zabaleta
(Morticia Addams), Gloria Aura (Merlina Addams), Carlo Vázquez (Tío
Lucas), Carlos Siller (Pericles Addams), Erica Edwards (Abuela
Addams), Rubén Moya (Largo) y Raúl Anaya (Cyrus Strange), entre
otros. Guionistas: Dan Hernandez, Benji Samit, Ben Queen y Susana
Fogel, sobre una historia de Dan Hernandez y Benji Samit. Basado en
personajes y situaciones creadas por Charles Addams y desarrolladas
por David Levy y Donald Saltzman para la serie de TV Los locos
Addams. Banda de sonido: Incluye las canciones Crazy Family,
interpretada por Megan Thee Stallion, Maluma y Rock Mafia; My Family,
por Yoshi Flower; I Will Survive, por Dominic Lewis (como Largo), It
ain’t Nuthin, por Sniip Dogg y October London; y The Addams Family
Theme, por Christina Aguilera. Metro-Goldwyn-Mayer / Bron Creative /
Cinesite Studios / The Jackal Group / Glickmania. EE.UU., 2021.
Estreno en la Argentina: 7 de octubre de 2021.
No
sé por qué, pero se me puso en la cabeza que antes de ver la
Merlina de Tim Burton, tenía que entrarle a Los Locos Addams 2 (The
Addams Family 2), secuela del largometraje animado de 2019 que tanto
me había gustado. Sé que aunque ambas son deudoras del mismo
universo creativo original, las elecciones narrativas de cada una las
llevan por distintos senderos, prácticamente enfrentados. Lo único
que parecen tener en común (a priori), es el protagonismo casi
exclusivo (y excluyente) de la niña degolladora de muñecas.
Con
su primer film, los directores Greg Tiernan y Conrad Vernon habían
logrado una síntesis exquisita entre la estilizada iconografía de
Charles Addams, el sentido del humor de la vieja sitcom televisiva en
blanco y negro; y el expresionismo gótico de Burton. Su familia
Addams había salido airosa del mayor de los desafíos, funcionar
para los espectadores clásicos y tradicionales, sin por ello
expulsar a las nuevas camadas de paladar algo más siniestro y
oscuro. Pero esa alquimia de orfebre, cucarda cualitativa que la
diferenciaba y la definía, parece haberse esfumado en el
camino.
La
debacle, creo,
no se produjo tanto por la decisión de sacar a los Addams de su
mansión
para tomar unas merecidas vacaciones, sino por hacerlo según el
canon establecido por el setentista dibujo animado de Hanna &
Barbera. A bordo de su caserón
motorizado, recorren Salem,
las cataratas del Niágara, Sleepy Hollow y el Gran Cañón;
perdiendo
gracia en cada parada. Optando por chistes más infantiles e
inconexos, la trama se estira y comienza a ocupar espacios
declamativos
que machacan en el valor intangible (e innegable) del amor familiar.
A
pesar de su
interesantísimo disparador, la duda de Merlina sobre su real
filiación con Homero y Morticia, el
film elige no profundizar los planteos que exhibe. La cosificación
de los hijos, entendiéndolos como “propiedad” de los padres; la
relación existente entre la carga biológica y la elección
identitaria; los roles parentales marcados por la herencia genética
o el amor incondicional. Ideas que los Addams bien pueden transitar
desde la inteligencia emocional que los define como núcleo familiar,
pero que aquí se
pierden
en discursos
voluntariosos sobre la ética científica y la manipulación del ADN,
antes de terminar en una pelea kaiju digna de Godzilla. Si van a
verla, no esperen una fiesta.
Fernando
Ariel García
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