Sin novedad en el frente. Director:
Edward Berger. Protagonistas: Felix Kammerer, Albrecht Schuch, Aaron Hilmer,
Moritz Klaus, Adrian Grünewald, Edin Hasanovic, Daniel Brühl, Thibault de
Montalembert, Devid Striesow, Andreas Döhler y Sebastian Hülk, entre otros. Guionistas:
Edward Berger, Ian Stokell y Lesley Paterson, basado en la novela homónima de Erich
Maria Remarque (1929). Amusement Park Film /Gunpowder Films / Sliding Down
Rainbows Entertainment / Anima Pictures. Alemania / EE.UU. / Reino Unido, 2022.
Estreno en la Argentina: Disponible en Netflix desde el 28 de octubre de 2022.
Primavera de 1917, en el
tercer año de la Primera Guerra Mundial. Una trinchera de tantas, uno de los
tantos batallones de soldados anónimos, un ataque de los ¿cuántos? que se
llevaban a cabo, otra de esas masacres incomprensibles y demenciales. Cadáveres
alemanes mutilados y esparcidos por el territorio acre, ominoso y mugriento.
Alguien desnuda a los muertos, les saca sus uniformes rotos y manchados de
sangre. Los lavan, los secan y los remiendan. Los empaquetan y los distribuyen
para su reutilización por otras miles de futuras osamentas sin nombre ni tumba.
Magistral primera secuencia de
Sin novedad en el frente (Im westen nichts neues), hermosa y brutal adaptación
de la novela que (a mi modesto entender) mejor representa el sinsentido de la
guerra, la deshumanización del ser humano, la naturalización de la
violencia criminal ejercida por los oficiales sobre los soldados, la
imposibilidad de volver a una vida normal (cualquiera haya sido) después de
transitar ese extremo trauma psicológico y físico, capaz de desmembrar en mil
pedazos la identidad de una persona.
Cruel y violento, tierno e
inocente. Así entendí al apabullante film de Edward Berger, notable en el
registro del gran escenario y el detalle intimista. Capaz de retratar y
describir la inmoralidad extrema que va del patriotismo inoculado al asesinato
premeditado de una nueva generación, ofrendada por nada a la insensible maquinaria
bélica. Sin regocijarse con el morbo, pero abrazándose a la bestialidad del
combate cuerpo a cuerpo, de la carne lacerada, quemada y aplastada sin piedad
ni compasión, la película va elaborando el descenso al infierno que implica
reconvertir a un niño con sueños y posibilidades, en un miserable envoltorio de
la más barata carne de cañón.
Para serle fiel al mensaje
antibelicista del libro de Erich Maria Remarque (que en la Argentina de 1929
tradujo Álvaro Yunque para la Editorial Claridad, dicho sea de paso), la
película se permite alguna que otra pequeña traición, que bien podrían haberse
evitado. Sobre todo, en el remarcado tono moralizante de algunos de sus pasajes,
puestos para explicitar discursivamente aquellas obscenidades que el metraje ya
había divulgado, mil veces mejor, sólo con el poder narrativo de sus fantasmagóricas
imágenes. La degradación moral a la que el hombre es arrastrado por la guerra
tiene detrás, siempre, nombres culpables y estructuras responsables.
Fernando Ariel García
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