Virus:32. Director: Gustavo Hernández.
Protagonistas: Paula Silva, Daniel Hendler, Pilar García y Franco Rilla, entre
otros. Guionistas: Gustavo Hernández Ibáñez y Juma Fodde Roma. Aeroplano /
Mother Superior. Uruguay / Argentina, 2022. Estreno en la Argentina: 21 de
abril de 2022.
Lo más importante, al principio. Virus:32 es
una excelente película de zombis. Mucho mejor que el promedio de cintas
internacionales; y tan buena como los logrados ejemplos que nos llegan de
distintas partes del mundo (ahora mismo estoy pensando en la coreana Tren a
Busan, que nosotros conocimos como Invasión Zombi). Con muchísimo talento y
(supongo) un presupuesto algo ajustado, Gustavo Hernández logró traducir la
lógica narrativa del canon a verosímiles locales, para hacerla funcionar como
un relojito en la geografía montevideana.
Es cierto, el argumento es más bien una excusa;
y hay algunas cuestiones que se descubren y/o resuelven de manera demasiado
rápida. Pero ni incomoda ni molesta, porque la trama es, sobre todas las cosas,
una frenética historia de supervivencia. Sumamente visceral, revulsivamente
violenta, incómoda y oscura. De esas que te tienen pegado al asiento y moviendo
el culo sin parar, porque te pone nervioso, atento, ansioso, hiperventilado,
desesperado por encontrar ese hueco que te permita seguir respirando un ratito
más.
Y aquí es donde aparece el gran protagonista
del film. El máximo mérito de la producción, el sostén férreo y decidido de
Virus:32. La locación. Los interiores del club social Neptuno, una institución
centenaria ubicada en el puerto de Montevideo que, hasta donde pude averiguar,
está cerrada y prácticamente abandonada desde 2019. No sé qué apareció primero,
si la idea o el lugar, pero sin los espacios cadavéricos de ese club,
reconvertidos en refugios precarios y/o trampas mortales, nada de lo que logró
Gustavo Hernández podría haberse logrado. Y pucha que alcanzó logros, eh?
Uno es la (me parece) aproximación sociológica
al fenómeno zombi. No hay bajadas académicas ni discursos cientificistas, pero
que los muertos vivos estén más (pre)ocupados en descargar toda su virulenta
agresividad reprimida que en comerse los cerebros de sus víctimas, algo debe
querer decir. Y segundo, la superación cualitativa del género terrorífico. Los
zombis meten miedo, obvio, pero hay dos escenas puntuales, una con Daniel
Hendler y otra con Paula Silva, donde Hernández corporiza el inaprensible
horror existencial que Kurtz sólo enunció. Con una crueldad descarnada y
quirúrgica, rompe a los personajes (y al espectador) de la manera más abismal y
absoluta que pueda concebirse. El detalle que transforma a una excelente
película de zombis en una excelente película. Y punto.
Fernando Ariel García
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