Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos. Director:
Destin Daniel Cretton. Protagonistas: Simu Liu (Shang-Chi), Awkwafina (Katy), Tony
Leung (Xu Wenwu / El Mandarín), Florian Munteanu (Razor Fist), Meng'er Zhang (Xialing),
Fala Chen (Jiang Li), Michelle Yeoh (Ying Nan) y Andy Le (Death Dealer), entre otros. Participación
especial de Benedict Wong (Wong), Ben Kingsley (Trevor Slattery), Tim Roth
(Abominación) y Jade Xu (Viuda). Guionistas: Dave Callaham, Destin Daniel
Cretton y Andrew Lanham, basados en personajes y situaciones creadas y
desarrolladas por Steve Englehart, Jim Starlin, Doug Moench y Paul Gulacy, entre
otros, para los cómics Marvel. Marvel Studios. EE.UU., 2021. Estreno en la
Argentina: 2 de septiembre de 2021.
Lo que Pantera Negra implicó en términos de
representación real y simbólica de la comunidad afroamericana dentro del
Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), Shang-Chi y la leyenda de los Diez
Anillos (Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings) viene a cumplimentarlo para
los sinoestadounidenses, como se ha dado en llamar a los norteamericanos
descendientes (total o parcialmente) de ciudadanos chinos. Tanto en la
estructura formal como en los contenidos, la película de Destin Daniel Cretton
busca afirmar y reafirmar los valores filosófico-culturales con que la tradición
oriental ha contribuido al American Way of Life. Una forma de reconocimiento que
se inscribe de lleno en la exigencia de multiculturalidad que impone el actual imperio
de la corrección política. Que el malo de la historia sea un chino milenario y
el bueno un chino americanizado de los EE.UU., es un dato irrelevante.
Por cuestiones de derechos, el linaje comiquero
que unía a Shang-Chi con el demoníaco Dr. Fu-Manchú ha desaparecido de la
historia (sólo se salvaron Razor Fist y Death Dealer). Aquí, el Maestro de Kung-Fu
es el hijo de Xu Wenwu, líder inmortal de la organización clandestina de los
Diez Anillos, especie de yakuza corporativa que ha estado detrás de todos los acontecimientos
criminales de la historia de la humanidad. El drama filial, obvio, es el que
guiará la trama hasta su eclosión final, un tanto grandilocuente en su deseo de
amalgamar la mitología oriental con la imaginería fantástica de Game of
Thrones. En el camino, demasiados flashbacks y mucho humor de sitcom, capitalizado
por la impronta standupera de Awkwafina.
Argumentalmente, el film es tan pobre como
previsible. Y teniendo un poco de mala leche, se podría resumir como un
equilibrado cóctel entre Star Wars y Dragon Ball, acompañado por un cuenco de
galletitas de la fortuna cuyas citas pretenden reducir siglos de sabiduría
oriental en retórica comercial de occidente. Y si Shang-Chi se permite
semejante debilidad es porque sabe que su fuerte está en las escenas de acción,
coreografiadas con la vertiginosa precisión de una película de Jackie Chan y la
poética visual de La casa de las dagas voladoras de Zhang Yimou, uno de los
ejemplos más conocidos del cine wuxia, ese que hace de las artes marciales un
efecto especial de espectacular adn.
Específicamente, la Fase 4 del UCM dice presente
en la escena post-créditos, dejando más preguntas que respuestas. El resto son
juegos referenciales de nula implicancia en la trama principal, pero que sirven
para linkear al recién llegado Shang-Chi con el historial superheroico de la
pata audiovisual de Marvel: El Mandarín falso que Ben Kingsley interpretó en
Iron Man 3 y el corto All Hail The King (complemento del DVD de Thor: Un mundo oscuro); el Wong de la saga de Doctor Strange, la inesperada reaparición de la
Abominación vista en El increíble Hulk y la invisible (e innecesaria) presencia
de la anónima Viuda Negra que Jade Xu personificara en Black Widow.
Lo dije ayer, lo repito hoy. Me está gustando
mucho (mucho) más el menú televisivo del UCM que su complemento cinematográfico.
Fernando Ariel García
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