Liga de la Justicia. Directores: Zack Snyder,
Joss Whedon (no acreditado). Protagonistas: Ben Affleck (Bruce Wayne / Batman),
Henry Cavill (Clark Kent / Superman), Gal Gadot (Diana Prince / Mujer
Maravilla), Ezra Miller (Barry Allen / Flash); Jason Momoa (Arthur Curry /
Aquaman), Ray Fisher (Victor Stone / Cyborg), Amy Adams (Lois Lane), Jeremy
Irons (Alfred Pennyworth), Diane Lane (Martha Kent), Connie Nielsen (reina Hippolyta),
J.K. Simmons (comisionado James Gordon), Ciarán Hinds (Steppenwolf), Amber
Heard (Mera) y Joe Morton (Silas Stone). Participaciones especiales de Jesse
Eisenberg (Lex Luthor), Joe Manganiello (Slade Wilson / Deathstroke) y Billy
Crudup (Henry Allen, no acreditado). Guionistas: Chris Terrio y Joss Whedon,
sobre una historia original de Chris Terrio y Zack Snyder, basados en
personajes y situaciones de los cómics de DC. Productores: Christopher Nolan,
Ben Affleck, Deborah Snyder, Geoff Johns. Warner Bros. Pictures / RatPac-Dune
Entertainment / DC Films / Atlas Entertainment / Cruel and Unusual Films.
EE.UU., 2017. Estreno en la Argentina: 16 de noviembre de 2017. Disponible en
Netflix.
No me llevo con el cine de Zack Snyder. Todo
bien con sus exquisitas elecciones estéticas, por más oscuras, asfixiantes y
ralentadas que se muestren. Es su faraónica cosmovisión cinematográfica la que
me parece declamativa, pomposa, pretenciosa, falsa, con ínfulas de un trascendente
existencialismo que, en el fondo, se me hace la nada misma. Le reconozco el
amor que pueda sentir por la materia historietística a la que vuelve una y otra
vez (300, Watchmen, el Universo Cinematográfico de DC), pero cuando veo sus
obras sólo veo la impotente puesta en escena de un ataque de rabia, furia y heroica
superación de la derrota. No le creo nada. Es un problema mío, obvio, no de él.
Sin embargo, debo reconocer que tengo muchas
ganas de ver su versión de Liga de la Justicia (Justice League), el film de
2017 del cual se alejó por razones personales más que justificadas; y que acaba
de terminar para el servicio de streaming de HBO. Por eso, decidí sentarme primero
frente a la versión original, terminada por Joss Whedon con un encargo
puntual de los estudios Warner: Mantener la escala épica de la trama, pero
alejándola todo lo posible del blindaje dramático que cargaba el Universo
Cinematográfico de DC para acercarla al espíritu de ligera comicidad que el
propio Whedon había ayudado a patentar como marca indeleble del Universo
Cinematográfico de Marvel.
Ahí, me parece, se firmó la sentencia de muerte
de la película. Los dos registros no encajan, no cuajan. De hecho, me animaría
a decir que se rechazan, se expulsan, se contradicen mutuamente. En la superficie,
la identidad corre de manera visual armoniosa y unívoca, pero en el fondo
colisiona una y otra vez, dejando fuera de juego a los personajes y la sensación
de credibilidad que buscan crear los actores.
El otro problema tiene que ver con el
imperativo narrativo de quemar calorías a toda velocidad, para alcanzar el peso
ideal y necesario para contar lo que se pretende contar. Lo que pasa es que el
Universo Cinematográfico de Marvel llegó a los Avengers después de todo un
periodo de instalación individual de personajes y subtramas; y el Universo
Cinematográfico de DC prácticamente arranca con esta Liga de la Justicia. De
ahí la necesidad de apurar las presentaciones de Flash, Aquaman y Cyborg, sus
entornos y características, antes de pasar a la conformación de la Liga. Sin
olvidar que, en el medio, tiene que resucitar al Hombre de Acero, que había
palmado al final de Batman vs. Superman: El origen de la Justicia y que, además, pretende incorporar el mosaico al armado global de un universo
ficticio mucho más amplio y extenso, capaz de albergar a un Linterna Verde que
no pincha ni corta; y a un Darkseid del que se habla sin consecuencias.
Liga de la Justicia es un experimento fallido,
que funciona por partes. Como el agua y el aceite, las perspectivas de Snyder y
Whedon parecen emulsionarse cuando se mueven sin ton ni son. Pero en cuanto
para el batido, las partes tienden a separarse inexorablemente. La película
no se beneficia de esta situación, la sufre. Y con ella, los espectadores como
yo.
Fernando Ariel García
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